Un equipo de científicos españoles ha localizado nicotina y antidepresivos entre los contaminantes presentes en aguas de la Antártida, un estudio que revela el impacto de la actividad humana en el interior y el litoral de este continente que requieren medidas para evitar su dispersión.
El trabajo, que publica la revista Journal of Hazardous Materials, ha evaluado la influencia humana en la contaminación química de las aguas de la región septentrional de la Península Antártica.
El estudio, en el que han participado la Universidad de Granada y la Autónoma de Madrid, el Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA-CSIC) y el Instituto Geológico y Minero de España (CN-IGME CSIC), ha cuantificado que preocupan por su presencia tanto en aguas dulces como en aguas marinas costeras.
Las muestras analizadas provienen de arroyos, lagunas, manantiales e incluso agua marina costera, y se han muestreado zonas afectadas por actividades del ser humano como bases y campamentos. Los análisis de microcontaminantes orgánicos antropogénicos incluyeron siete productos farmacéuticos, como el ibuprofeno, antibióticos y antidepresivos, pero también nicotina y cafeína y un producto industrial anticorrosivo tolitriazol.
La investigadora del IDAEA y responsable del análisis de estos contaminantes, Miren López de Alda, ha remarcado que la nicotina y el citalopram no se habían estudiado antes en la Antártida, mientras que el resto de sustancias se incluyeron porque ya se habían detectado antes.
Según el científico titular del IGME Luis Moreno Merino, el estudio confirma que las actividades humanas que se llevan a cabo en la Antártida son responsables de la dispersión de este tipo de contaminantes en sus aguas.
Sobre la toxicidad de las sustancias, las que suscitan una mayor preocupación en esta región son el citalopram, la claritromicina, la nicotina, la venlafaxina y la hidroclorotiazida, según la investigadora Ramón y Cajal en la Universidad de Granada y primera firmante del artículo, Cristina Postigo.
El trabajo muestra que la contaminación química de origen antrópico se dispersa y alcanza zonas en las que no se desarrolla actividad científica y aún menos turismo, por lo que el equipo ha recomendado continuar con la vigilancia, especialmente en las regiones con mayor concentración de bases, buques y visitantes.