23 años tardó la fundación Príncipe de Asturias (ahora Princesa de Asturias) en reconocer a una mujer en la categoría de Investigación Científica y Técnica. El número de mujeres que han recibido este premio ha ido aumentando con los años, aunque en los más de 40 años de historia de los galardones, sólo 65 mujeres han levantado la estatuilla de Joan Miró, frente a los 280 hombres que lo han hecho. En esta categoría específica, sólo 11 mujeres han sido premiadas, frente a los cerca de 80 varones que han ido recogiendo este premio desde 1981.

La primera mujer en ser premiada por sus investigaciones científicas fue la más que reconocida etóloga Jane Goodall, que revolucionó la investigación de los chimpancés como nunca nadie lo había hecho. La fundación quiso poner en valor no sólo su trabajo sino también su dedicación "incluso en las más adversas condiciones" y cómo su investigación constituyó una "trascendental aportación científica para comprender las raíces del comportamiento y la cultura humanas". El Príncipe de Asturias de Goodall llegó en 2003, después de 23 años de existencia de los premios, que hasta entonces habían sido entregados únicamente a varones.

El siguiente premio a una mujer no tardó tanto, pero hubo que esperar otros siete años para que otra mujer fuera reconocida por su trabajo. En esta ocasión fue Linda Watkins, quien de la mano de David Julius y de Baruch Minke recogió el premio, en 2010, por su excelso trabajo de neurobiología sensorial. El equipo Watkins-Julius-Minke fue clave en el descubrimiento de las causas y mecanismos por los que se produce y perciben el dolor y otras sensaciones como el frío, el calor o el gusto.

Cinco premios con nombres femeninos en la última década

No obstante, la presencia femenina en los premios técnicos se ha incrementado en los últimos años: en la última década, cinco galardones han ido íntegramente para mujeres o para grupos en los que había mujeres científicas integradas. 2015 fue la primera ocasión en la que los premios, que en 2014 ya pasaron a nombrarse premios Princesa de Asturias, reconocieron el trabajo no de manera individual, pero sí de manera íntegramente femenina: la dupla conformada por Emmanuelle Charpentier y Jennifer Doudna fue reconocida por su trabajo en evolución biotecnológica, al haber desarrollado "una tecnología de edición genómica que permite reescribir el genoma y corregir genes defectuosos con un nivel de precisión sin precedentes y de forma muy económica".

El trabajo de Charpentier y Doudna abría entonces, en palabras de la FPA, una "gran esperanza a la terapia génica y al tratamiento de enfermedades" como el cáncer, la fibrosis quística o el síndrome de inmunodeficiencia severa combinada —más conocida como la enfermedad de los niños burbuja—.

En 2019 se repitió este hito: fueron Joanne Chory y Sandra Myrna Díaz quienes recogieron el premio gracias a su trabajo como biólogas por la lucha contra el cambio climático y sus efectos en la biodiversidad. Los dos años siguientes, otras mujeres también formaron parte del grupo de los premiados, integradas en combinaciones mixtas: Ingrid Daubechies, junto a Yves Meyer, Terence Tao y Emmanuel Candès, fue premiada por sus "pioneras y trascendentales" contribuciones a las teorías y técnicas modernas del procesamiento matemático de datos y señales en 2020.

En 2021, fueron Katalin Karikó, Özlem Türeci y Sarah Gilbert quienes, junto a Drew Weissman, Philip Felgner, Uğur Şahin y Derrick Rossi, recibieron el premio por su papel en el desarrolla de vacunas contra coronavirus, clave tras la pandemia mundial que estalló en diciembre de 2019 y que provocó el prácticamente total cierre y bloqueo del mundo durante meses. La bióloga húngara Katalin Karikó es una de las grandes pioneras en el estudio de las posibilidades terapéuticas de las vacunas de ARN mensajero, terapia que facilitó que Türeci, entre otros, pudieran desarrollar vacunas basadas en esta molécula contra el Covid-19. La vacunóloga Sarah Gilbert, por su parte, estuvo detrás de otra de las vacunas aprobadas en Europa, la de AstraZeneca, basada en un adenovirus que se usa como vector para introducir en las células el ADN que codifica la proteína S, estimulando la respuesta inmunitaria.

La última galardonada hasta la fecha había sido Bonnie L. Bassler quien, en 2023 y junto a Jeffrey Gordon y E. Peter Greenberg, recibió el premio por su estudio del microbioma humano y su influencia en la salud humana. L. Bassler es una de las pioneras en el estudio de comunicación entre bacterias mediante la emisión de ciertas sustancias, y de cómo la formación de grandes grupos genera un comportamiento diferente al que tienen cuando están aisladas.