A lo largo de nuestras vidas leemos, vemos, disfrutamos u odiamos a cientos de libros, películas o cualquier otro producto de entretenimiento; quizás incluso miles. Y muchas veces nos llegan rápidamente los recuerdos de las escenas que más amamos o las frases que más nos impactaron. Sin embargo, esto solo sucede con tal facilidad con lo que más nos marcó, pero ¿qué pasa con todo lo demás? Con lo que nos gustó pero que no pasó a más.
Nuestra memoria funciona de una forma particular. Tenemos la memoria a corto plazo que se mantiene solo unas horas, la de largo plazo que puede durar años y la funcional para retener algo que necesitemos por un periodo limitado —como los contenidos de un examen de historia. Necesitamos seleccionar y desechar millones de recuerdos porque es virtualmente imposible recordarlo todo con extremo detalle. Nuestro cerebro simplemente no es capaz.
¿Qué hace que recordemos algo?
Esto es precisamente lo que argumenta Stephan Moratti, profesor de Psicología en la Universidad Complutense de Madrid y con decenas de artículos sobre el tema. Moratti le comentó a este medio que nos enfrentamos a miles de estímulos diariamente por lo que nos enfocamos en lo importante para nuestra supervivencia. “Si preguntamos a la gente qué hizo y dónde estaba durante el ataque terrorista del 11M, la mayoría de la gente puede describir exactamente lo que estaba haciendo” ejemplificó.
El psicólogo describe que formamos una ‘red de memoria’ que vamos construyendo. Por ende, somos capaces de recordar mejor un libro o película si tenemos conocimientos previos —como el director o argumento—, una experiencia a la que vincularlo o si va contra las expectativas que habíamos creado. Además “el tiempo es un factor importante. Las memorias con redes fuertes prevalecen frente a las menos consolidadas”.
Stanley B. Klein, autor de ‘Lo que es la memoria’, argumentó en su libro que recordar “es un acto de memoria que implica un sentimiento directo y no inferencial de reencuentro con el propio pasado”. Es decir, la memoria no es la experiencia en sí sino el modo en que se experimenta el contenido. De acuerdo con esto, la forma en que vivamos algo va a hacer que los recordemos de una forma u otra. Muchas veces no recordamos con exactitud el contenido de un libro, pero sí recordamos cómo nos sentíamos en esa época, la cafetería en que solíamos leerlo, etc.
Pero entonces, ¿por qué olvidamos?
Hay varias razones posibles por las que olvidamos contenidos o vivencias. Antonio Lucas Manzanero, autor de libros como ‘Psicología del testimonio’ o ‘La memoria humana: aportaciones desde la neurociencia cognitiva’, argumentó a laSexta que “la motivación y el interés juegan un papel importante, tanto como la atención que prestamos” y que, por ende “de donde no hay no se puede sacar”. Lo que quiere decir que solo con leer el libro no basta si no se procesa lo que está sucediendo.
Elizabeth Loftus, en su libro ‘Memoria’ describe que puede deberse —además de la falta de atención— a la interferencia de otro recuerdo que se superpone a otro, fallo en la recuperación del recuerdo—como los típicos momentos de “lo tengo en la punta de la lengua”—, u olvido motivado. Este último hace referencia a cuando olvidamos u omitimos cosas a propósito como las malas experiencias de un viaje o un evento traumático en nuestras vidas.
La memoria funciona de formas muy distintas dependiendo de la persona, y entre tanto contenido que vemos diariamente, si no recuperamos la memoria de algo la suficiente cantidad de veces inevitablemente la desecharemos. Es por eso por lo que no olvidas tu película favorita; si la ves múltiples veces y la comentas con varias personas, el recuerdo se va fijando cada vez más.
Cambios en nuestra memoria por la tecnología
Con la llegada de las facilidades tecnológicas, ya no tenemos por qué memorizar fechas, ni números de teléfono o la dirección a un lugar. Con solo gritarle a ‘Alexa’ que te recuerde hacer la compra no tienes que preocuparte de hacerlo tú. Esto ha generado cierta preocupación sobre nuestra capacidad actual para recordar, pero es un debate científico en curso.
Tanto Moratti como Manzanero están de acuerdo con que no creen que esto haya tenido un efecto sustancial sobre nuestra memoria. Moratti argumenta que simplemente recordamos cosas distintas, que “en vez de recordar el contenido recordamos donde está almacenada esta información (la aplicación)”. “Las agendas digitales sustituyen a las analógicas, pero ahora tengo que memorizar un sinfín de nombres de usuario y claves de acceso” reflexionó Manzanero.
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