Para salvarlas tuvieron que hacer un surco alrededor de las ballena para que puedan respirar y después les echan agua para humedecerlas. Es la única manera de mantener con vida a estas ballenas que forman parte de un grupo de 70 que encalló el sábado en Farewell Spit, un brazo de tierra que separa la bahía de Golden y el mar de Tasmania, en el norte de la Isla Sur, según el diario neozelandés The New Zealand Herald.

De las 70 ballenas piloto, 22 murieron o tuvieron que ser sacrificadas en las siguientes horas. Esta mañana, con la primera marea, los expertos consiguieron que 48 volviesen a alta mar, pero pasadas unas horas regresaron y volvieron a quedar atoradas.

Las autoridades neozelandesas han sacrificado a 35 ballenas piloto en las dos últimas semanas que encallaron en las playas de la bahía de Golden.