No es la primera vez que este aventurero cántabro afincado en Castellón realiza este viaje, ya lo hizo el año pasado, pero va a repetirlo sin intención de ganar fama, y no porque este año se cumpla el cuarto centenario del fallecimiento de Miguel de Cervantes, sino porque le apetece y "ya está", según relata en una entrevista, en la que se muestra muy entusiasmado.
José Ramón tuvo la idea de reencarnarse durante unos días en el famoso personaje de ficción mientras releía la obra, durante una noche de trabajo como guardia de seguridad en un psiquiátrico, y tomó la decisión de decirle al jefe: "Los 1.400 euros que gano para ti, no los quiero".
"Tres años antes me había leído El Quijote e hice la misma ruta que el personaje, pero vestido con ropa de calle, normal y corriente", explica, y cuenta que toda la indumentaria propia de un caballero medieval que llevará en este viaje la ha hecho él con sus manos.
Durante un mes, convirtió su casa en un taller, compró una radial por diez euros y con una plancha de metal galvanizado de 25 euros hizo la armadura. El grosor del armazón es de 0,5 milímetros, mientras que en la época eran de más del triple, 1,6 milímetros.
Para construir el yelmo hizo varias incursiones en bazares, donde compró una bandeja y un bol de cocina que le sirvieron para este fin. Pero también en la novela, el de Don Quijote era un ficticio yelmo de oro puro.
Cervantes relata que el protagonista confundió la vasija de un barbero con el yelmo del rey moro Mambrino que hace invulnerable a su portador y la sustrajo, una de las pocas aventuras en las que don Quijote sale victorioso.
Eran conocidos como los 'caras rotas'
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Los conocidos como 'caras rotas' eran despreciados por la sociedad, como se narra en El reconstructor de caras. Solo algunos, gracias al cirujano Harold Gillies, vivieron una segunda oportunidad.