Un tango argentino en una antigua carbonera en el centro de Madrid, es uno de los atractivos de la Sala Off Latina, un teatro que se salvó del cierre. "Somos la única fuerza, el único motor que tiene este local", asegura Roberto Terán, su gerente y programador.
Cuando murió su propietario, los 12 trabajadores tenían dos opciones, quedarse en la calle o hacerse con las riendas. Finalmente optaron por la segunda y la historia de esta sala cambió, gracias también a la implicación de los vecinos. "Estamos creando un movimiento muy empático, tanto del vecindario como del público en general", explica Roberto Terán.
La sala Latina lleva de apellido off, que es el de las pequeñas salas con una programación alternativa a los grandes teatros. En las tablas de estas salas se cuentan tantas batallas como las que sus dueños tienen con las administraciones públicas o los cinco años de IVA cultural al 21%. Rocío Navarro, socia fundadora de Nave 73, recuerda que "los profesionales del sector y todas las salas que se han quedado por el camino ya no van a volver".
"A nadie le importa pagar 12 euros por un gin tonic, pero que pagar 12 euros por una obra de teatro como que eres tonto", asegura Iñigo Guardamino, dramaturgo y director de 'Vete a Corea'.
Por motivos como estos, la sala Nasa en Santiago, la Trono en Tarragona o la zona Kubik en Madrid, todas ellas han cerrado, pero no sin antes haber colgado en alguna ocasión el cartel de completo.
Lo demuestra 'Historias de Usera', una obra con sello off. "Necesitaban un carpintero y llamaban al carpintero de al lado y eso ha ido haciendo que la gente se involucre en ese proyecto, que se ha creado a base de historia de los vecinos", recuerda Álvaro Vicente, director de la revista 'godot'.
Pero pese a su éxito y las buenas críticas, también vio cómo cerraban la sala donde nació. Aunque les apagaron unos focos, decidieron encender otros fuera de Madrid. Un ejemplo del papel trampolín que juegan las 'salas off'.