Miguel Zugaza vuelve al Museo de Bellas Artes de Bilbao, del que ya fue director. Se lleva la experiencia de estos 15 años en el Prado y en él deja un legado difícil de igualar. Empezando por las ampliaciones en torno al claustro restaurado de los Jerónimos, que ha sido la obra más importante de la historia del museo.
No ha sido su único hito: en 2003 logró convertir al Prado en entidad de derecho público y mejorar las cuentas, pasando de autofinanciar la mitad de su presupuesto en 2006 a superar hoy el 70%.
Prueba de su buen hacer es también el haberse mantenido en el cargo durante tres gobiernos distintos, y hasta seis ministros de cultura.
En lo artístico, Zugaza rompió los límites tradicionales al abrir las puertas de la pinacoteca a Picasso, a quien llegó a dedicarle una exposición. Aunque eso no siempre gustara.
De lo poco que lamenta, no logró tener al Gernika, pero sí convencer a la crítica y al público con sus exposiciones dedicadas a Goya, El Greco o El Bosco, la más exitosa, con más de 600.000 mil visitantes. A quien le suceda, dice, le deja un museo en marcha y a velocidad de crucero.