La de Leonard Cohen es la historia de un poeta que se hizo músico por necesidad. Con la literatura no llegaba a fin de mes, y eso que con 17 años sus versos ya destacaban en Montreal. Allí recibió varios premios.
No obstante, a principios de los sesenta descubrió a un joven español con una guitarra en un parque que le cambió la vida. "Los acordes de esa guitarra han sido la base de todas mis canciones", afirmó el músico en la ceremonia de los Premios Príncipe de Asturias, en octubre de 2011.
Con 33 años sacó su primer disco, donde incluía canciones de su libro de poemas. Fue el comienzo de una larga carrera en la que no se cansó de mostrar su admiración hacia Lorca. Puso música a sus poemas y llamó así, Lorca, a su hija.
En los noventa se retiró a un monasterio zen. Cuando salió descubrió que su representante le había robado. No tuvo más remedio que volver a los escenarios. Llevaba meses enfermo. En verano le dio tiempo a enviar una carta al amor de su vida, Marianne Ihlen, que ella pudo leer antes de morir.
Él se ha ido poco después, y ya ha sido enterrado de forma privada en Montreal. Pero, al igual que Bowie, se ha despedido con un disco. Es el adiós a una figura clave del siglo XX capaz de influir a Miguel Delibes y a Nirvana.