Entre móviles y flashes y detrás de una vitrina a prueba de balas es la única forma de contemplar a la Giocconda de Leonardo da Vinci. Así se expone en el Louvre, y así se sigue estudiando el cuadro más famoso del genio.
Leonardo la estuvo retocando hasta su muerte, un 2 de mayo de 1519. Llevaba cuatro años trabajando en ella, y desde entonces ha ido de mano en mano hasta que acabó en el museo y fue robada en 1911. Pasó dos años guardada en un armario; allí se hizo más grande su leyenda y comenzó a inspirar al arte del siglo XX.
Uno de los primeros en transformar a la Mona Lisa fue Marcel Duchamp: le puso un discreto bigote y perilla, añadiéndole el nuevo título "Ella tiene el culo caliente". Desde entonces, ha pasado por las manos de Dalí, convirtiéndose casi en un autoretrato, y ha sido repetida hasta la saciedad con el sello de Andy Warhol.
Han dicho de ella que tenía sífilis, un ictus, parkinson o hipotiroidismo. Para Fernando Botero, la mujer con peor salud de la historia del arte tenía una enorme cabeza hinchada.
A la 'Mona Lisa' también le han dedicado canciones y han explicado su sonrisa en películas. Pocas veces la hemos visto las piernas, pero no ha hecho falta; con 77 por 53 centímetros ella lo ha sido todo: un personaje de Avatar, Mia Wallace en Pup fiction, la mismísima Princesa Leia o el pirata más famoso del Caribe. Hasta hemos visto cómo la pintaba Homer Simpson.
Incluso ni siquiera hace falta que se dibujen sus trazos, con unos pocos colores ya se sabe de quién se habla; y todo sin que la historia del arte haya conseguido identificar al 100% a la mujer de la imagen. Porque 'Mona Lisa' hay muchas, pero la auténtica, es un misterio.
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