Raiz de apio, sus hojas y unos dados de roquefort. Para combinar este queso su sabor manda. Para degustar parmesano, uno de los más preciados, casi no hay que trabajarlo: trufa del montgó con polvo de setas.

Y el de oveja combina igual de bien en espuma con una sopa de cebolla, o perfecto también con una crema de membrillo y unas migas de pan candeal.

Los italianos reivindican su lugar a la hora del postre. Justo después de comer y con la última copa de vino. Una tabla de quesos desde los más suaves como la burrata con gelatina de lambrusco, un aciago de vaca con confitura de pomodoro, queso fontina con miel de trufa, y el parmesano con un toque de vinagre balsámico.

Un recorrido para combinar desde lo más dulce a los sabores más ácidos y aromáticos.