Ripollés mira orgulloso la nueva creación que ha surgido de un accidente. Con su rama de romero en la boca pasea entre ella. La obra por fin le convence. Dice que está más cerca de la verdad de su origen, porque ha sufrido lo mismo que las vidas humanas. Por eso, quiere limpiarla y lograr que el Ayuntamiento de Castellón la conserve tal cual.

El artista estaba pintando en su casa, cuando le avisaron de que la escultura de 36 toneladas se había venido abajo por el viento. Dice que su primera reacción fue llorar. Asegura que se comunica con todas sus obras, hasta con los cuadros que adornan sus paredes. Un vinculo entre creador y obra, que Ripollés quiere que le respeten.