Últimos acordes de guitarra sobre los escenarios del Sonorama Ribera. El festival arandino apura las horas de música y fiesta antes de echar el cierre, hasta el año que viene.
Fiesta que han vivido más de 60.000 personas desde el pasado miércoles. Sus organizadores parecen satisfechos. "Tenemos un festival donde convive gente de todas las edades: jóvenes y jóvenes más mayores", cuenta el coordinador del festival, Javier Ajenjo.
Aquí se ha escuchado el 'Wonderwall' de Liam Gallagher, se han secado las lágrimas negras del Cigala y Aranda ha vibrado con Sidercars o Izal. Rock, Indie, Flamenco, Blues, cumbia y ritmos latinoamericanos en el escenario Charco, el espacio dedicado a América Latina.
"Creemos que la música latinoamericana genera una alternativa diferente, un hermanamiento entre las dos escenas", explica Miguel Ángel García Garrido, programador del escenario Charco.
En cinco días de festival es imperdonable irse de Aranda sin probar el lechazo y beber Ribera del Duero. Son el plato fuerte para que el que venga, quiera repetir. "La gente tiene que pensar en querer volver, y eso es lo que tenemos que hacer, que se vayan felices", comenta Javier Ajenjo.
Felices, a juzgar por las imágenes, parece que no hay duda. Y el Sonorama Ribera se despide una vez más, bajo la mirada del dios del vino, que, precisamente, como el vino que corre por sus entrañas, dicen los que pasa por allí, mejora con los años.
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