"Luchamos contra cualquier forma de opresión", canta un punki, uno de los pocos que sobreviven en Indonesia. Sólo 19. Porque no han conseguido "convertirles".

Él fue uno de los 65 detenidos hace año y medio cuando organizaban un concierto benéfico por los huérfanos del Tsunami. "Apareció la Policía y de repente nos dijeron que no teníamos permiso y nos arrestaron", afirma.

Les llevaron a un centro de entrenamiento militar y estuvieron 10 días detenidos. Les afeitaron la cabeza. Les quemaron la ropa. Les obligaban a rezar. "Somos pecado, como si fuéramos carne de cerdo".

Proscritos. Y todavía más después del Tsunami. Fue considerado como un castigo de Dios, así que, desde entonces, el fundamentalismo endureció la ley islámica y se recrudeció la persecución a los punkis. Les ven como una amenaza porque denuncian la corrupción y la opresión religiosa. Porque protestan por sus derechos. "Nos dijeron que dejáramos de ser punkis, pero no vamos a cambiar".

Son musulmanes. Y son punkis convencidos. Son los últimos 19 de Indonesia.