Siempre estaba ahí. Sin pensarlo, sin que nadie reparara lo suficiente. José Manuel Calderón fabricaba baloncesto como forma de vida. Hacía para los demás. Construía equipo, juego y afición. Coloreaba las crónicas de los periodistas y marcaba con tres dedos el ritmo del partido... e incluso instauraba una forma de celebrar el triple que pocos saben que era suya.

Hablamos en pasado porque hoy se ha anunciado que lo deja. Que ya vale. Que 'Calde' se va del club a los 38. Y es justo hablar con mayúsculas de quien se fue a hacer las américas eclipsado por los 2,16 de Pau, y terminó 14 años después con los brazos de LeBron James sobre sus hombros y, por supuesto, el elogio público necesario (quizá el mejor de nuestra historia).

Porque cuando España fue campeona del mundo en 2006 no queríamos nada más. No necesitábamos a nadie más. 'Mr. Catering' servía pelotas naranjas a toda la comitiva y posibilitaba que todo el planeta se emborrachara de baloncesto. Así, sin que se supiera ni su nombre. Porque quizá el baloncesto en su mayor parte es eso. Servir al resto. Brindar al conjunto. Hacer un equipo campeón.

En las alargadas sombras de toda una Generación de Oro se escondía un genio nacido en Villanueva de la Serena que un día nos hizo sacar pecho. En esa final de Pekín 2008, cuando unos jugadores vestidos de blanco le dijeron a unos extraterrestres vestidos de azul que sí, que el partido se iba a disputar hasta el último minuto. Porque ellos tenían a Jason Kidd, a Chris Paul y a Deron Williams. Pero nosotros teníamos a José Manuel Calderón.

Ídolo en Toronto durante muchos años, trotamundos de la NBA después: ¿Quién no quería un jugador así en su equipo? Nunca una palabra más alta que otra, nunca una acción polémica... Solo entrenamiento, fundamentos y baloncesto, porque no hay mejor palabra para terminar este homenaje a un tipo así. Baloncesto.