Era una final sin ser una final. Era un partido básico para el desenlace de la Liga aunque aún quedan once encuentros más. Así se presentaba el Barcelona - Atlético. Así llegaban los de Simeone al Camp Nou, con la oportunidad y la opción de hacer de nuevo posible un imposible. Pero no, esta vez no. Esta vez es el Barça el que sonríe, el que tiene medio título en la mano. El que, gracias a un gol de Messi, suma tres puntos ante su rival más directo en este curso para dejar muy encarrilado el trofeo a la regularidad.
Poco o nada se vio del Atlético en la primera parte. Por alguna razón, los hoy de amarillo salieron timoratos, esperando y a verlas venir. Como con miedo, o quizá excesivo respeto, al actual líder. Con falta de decisión para el asalto de la Liga. Y eso lo pagaron caro. Lo pagaron muy, muy caro.
Sin presenvia ofensiva, ni defensiva, los de Simeone hincaron la rodilla ante un superior Barcelona. Los azulgranas fueron, simplemente, mejores. Mucho, muchísimo mejores. Primero porque propusieron, y eso ya es más de lo que hizo su rival. Y segundo porque lo que querían proponer lo hicieron bien. La presión era alta e intensa, y la imprecisión del Atleti hizo el resto para que los de Valverde no tuvieran problema.
Aún así, con toda su superioridad, con un Messi de nuevo excelso y con Coutinho entrando como un puñal por todos los lados, el gol del Barcelona llegó con un solo toque. Con el que Lionel, de falta, batió a Oblak. De nuevo el argentino colocó el cuero en las redes con un remate imparable para el esloveno por más que se estiró. Uno a cero, y el Atlético se deshizo.
Si ya de por sí tenían problemas para hacer cualquier cosa, con el tanto culé se acrecentaron. Como si no tuvieran en mente que el Barça podía marcar, o como si no lo esperasen, no hicieron más que correr detrás del balón. Todas las segundas jugadas, y las primeras, eran del Barcelona, y la mayor sensación de felicidad en los de Simeone era que tan solo era un 1-0 lo que señalaba el luminoso.
Y quedaba tiempo. Mucho. Porque 45 minutos son 'molto longos' en cualquier campo y nunca se sabe con este Atleti. Los rojiblancos salieron de vestuarios como si fueran otro equipo, como debían haber salido desde un primer momento y no lo hicieron. Más incisivos, con más hambre y con más fe. Y con Correa, que cuando salió dio otro aire a los suyos.
Pero con la intención no basta, y aunque rondaban el área de Ter Stegen no había claridad en la línea de ataque. Griezmann, completamente desaparecido, no conectó con Diego Costa. Y Koke, impreciso, no conectó con nadie. Sin finalización de jugada, las contras del Barça, a lo que se agarraron los culés, eran la esperanza de Valverde y podían haber sido la perdición de Simeone.
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Sin embargo, nada se movió. Ni para un lado ni para otro, pues el balón que entró en la red de Ter Stegen gracias a Gameiro no valió por un fuera de juego previo de Diego Costa. El Barça no quería saber nada de la pelota en los últimos minutos, y razón de más tenían sabiendo lo que estaba en juego. La Liga, más cerca del Camp Nou en un día de felicidad para un Barcelona que tan solo empaña la lesión de Iniesta.