Una brillante actuación de Antoine Griezmann, que no pudo mojar en uno de sus estadios fetiche, ejerciendo de conector entre la zona del medio del campo y el ataque, ha permitido que el Atlético de Madrid encontrara petróleo en su visita en San Mamés (1-2) contra un Athletic Club que fue de más a menos a lo largo del partido y que capituló con la diana de Ángel Correa, que sigue en estado de gracia y es el máximo realizador del equipo rojiblanco a estas alturas del campeonato.
Ni el estreno de la camiseta nueva, con motivos de camuflaje y bandas de color rosa, ha impedido ver una versión diferente del Atlético de Madrid, que sigue extremadamente lento en las transiciones ofensivas, muy impreciso en los pases finales y con la misma puntería que un tirador en plena feria de barrio. En cuanto a producción de juego, le cuesta dar un final feliz a todo lo que no sea un pase horizontal, algo que en San Mamés no proliferó dado el planteamiento de juego que propuso el Athletic Club desde el inicio.
Consciente de ello, Simeone confeccionó un once inicial para la circunstancia, con el uruguayo Josema Giménez en el lateral derecho para atacar los centros laterales del rival. Por dentro metió a Nico Gaitán en detrimento de Carrasco pero el argentino es, por desgracia, lo más regular del Atlético: rinde igual haga frío o haga sol, es decir nada, con una marcha menos que el resto de sus compañeros y con una sensación de dejadez impropia para un equipo con la rúbrica de Simeone.
Suyo pudo ser el gol que decantaría la balanza, con un gesto al que todavía no ha acostumbrado a la parroquia colchonera, pero el de Buenos Aires no está para esas gestas. Birló el balón a un despistado Unai Núñez cuando pasaba por ahí, se adentró dentro del área y ajustó tanto su disparo que se estrelló contra la madera. No tuvo que hacer nada Kepa Arrizabalaga ante esa acción, aunque más tarde sí se convertiría en protagonista de peso al poner el pecho por delante a un fuerte disparo de Antoine Griezmann.
Las dos acciones consecutivas agitaron al Athletic, que ganó metros y probó con balones aéreos para buscar las cosquillas del conjunto rojiblanco. El premio lo encontró de un modo más sencillo, ejerciendo una presión asfixiante a la línea defensiva y obligando a Filipe Luis a dar un par de toques de más en la salida de balón. El brasileño se metió en un lío, reculó y llegó tarde a un balón al que Raúl García estuvo más presto. El navarro entró en contacto con él fuera del área pero cayó dentro del área, lo que confundió al linier y facilitó que el árbitro señalara equivocadamente los once metros. Desde ahí se hizo gigante Oblak, que paró el segundo penalti de la temporada a un fuerte lanzamiento de Aduriz.
Correa abrió el cofre del tesoro
Superado el susto, el Atlético reaccionó a la salida de los vestuarios. A estas alturas de la temporada, con el mismo bloque del curso pasado, el equipo sigue sin saber muy bien qué hacer con el balón, hacia dónde dirigirlo y en qué momentos el partido exige un revolcón. No obstante, la actitud era otra, las ganas bien diferentes y ya saben el dicho, querer es poder. Y es que cuando los buenos se juntan, la vida puede ser maravillosa, que diría aquel. Griezmann filtró un pase para Koke, que llegó un milímetro antes que Kepa para conectar un pase con Correa para hacer el primero, su tercera diana del curso liguero.
En el primer suspiro del segundo periodo, el Atlético ya había hecho buena parte del trabajo que tenía que hacer. El Athletic se afanó en poner balones al área, en generar un partido de mucho contacto, de duelos divididos. Ante esta fórmula, Simeone metió cemento al partido retirando a la fantasía, Correa, para meter al músculo, Gabi Fernández. La lectura fue tan perfecta que a los pocos minutos Griezmann ejerció de enganche, se inventó otra asistencia por encima de la defensa y habilitó a un Carrasco en posición de ‘9’para batir por segunda vez a Kepa.
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Con la ventaja y agotado el carrusel de cambios, la entidad madrileña durmió el partido, lo espesó y neutralizó las ganas de un Athletic conformista, sin ánimo de querer dar la vuelta al marcador. Al Atlético le bastó y empezó a pensar en el Sevilla, que visita el sábado el Wanda Metropolitano. Esa relajación la aprovechó el conjunto bilbaino, que metió el susto en el cuerpo con un gol a la limón entre Gabi Fernández y Raúl García, que un día fueron compañeros y hoy rivales. Al partido le quedaba los minutos de la basura y los de Simeone supieron controlar los esos instantes para sumar tres nuevos puntos, lo que es la tercera victoria de la temporada tras la conquistada en el campo de Las Palmas y contra el Málaga en el Wanda Metropolitano.
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