El Basilea presentó su candidatura a superar la primera ronda de la Liga de Campeones tras sacarle con un 5-0 los colores a un Benfica que ofreció su peor cara en una cita relevante para ellos.
Arrancó el choque con los visitantes merodeando el área rival. Sin embargo la efectividad se puso del lado de los suizos. A los dos minutos Oderlin filtró un pase interior por el que pugnaron Julio César y Steffen. Desvió el arquero pero el esférico le cayó de nuevo al asistente, quien esta vez dirigió su mirada hacia Lang. Recibió el carrilero y puso la guinda con un disparo potente.
Pese al revés interpretaron los lusos que debían seguir buscando el tanto como si nada hubiese pasado. Se acercaron en varias ocasiones, siendo de las más claras una internada de Grimaldo que acabó en córner.
El saque de esquina parecía una buena oportunidad para buscar el empate pero se convirtió en un regalo traicionero. Situado al borde del área pequeña, a la altura del primer palo, Oberlin despejó de cabeza en dirección a Steffen. Tras ello inició un sprint desbocado y en solitario que le llevó a recorrerse el campo entero de lado a lado. En el punto de destino recibió la entrega de su compañero a espaldas de la defensa y definió por bajo.
Dadas las circunstancias, era de esperar una reacción por parte de los lusos después del descanso pero contra todo pronóstico lo que se vio fue un conjunto mucho más desdibujado cuyo sufrimiento y desconcierto fue en aumento con el paso de los minutos.
Avisaron Petretta y Lang pero finalmente quien vio puerta fue Van Wolfswinkel al transformar un penalti de Fejsa sobre Oberlin. Parecía que no, pero el castigo podía ser peor. Ayudó el cruce de cables de Almeida, que después de un agarrón no pitado se tomó la justicia por su mano con una salvaje entrada sobre Petretta que le costó la roja directa.
Con diez, el potencial ofensivo helvético se multiplicó en la misma medida que la frustración lisboeta. Pizzi hizo lo que no se debe hacer, enviar un balón sin mirar a la zona de centrales, y le regaló medio tanto a un Oberlin que solo tuvo que superar a Julio César en su salida.
Luego Elyounoussi y Riveros encontraron los palos en una misma jugada. El último, pese a ello, acabaría teniendo premio al adjudicarse el quinto tras una serie de rechaces.
Fue el colofón a la que será una inolvidable noche europea, para unos y para otros.