El Villarreal cumplió el pronóstico y puso rumbo a los octavos de final del torneo del K.O., con tres acciones puntuales, de pegada pura, de equipo de Primera división, ante un Toledo que no perdió la cara, plantó cara y batalla dentro de sus limitadas opciones y volvió a tener la fortuna de espaldas.
Con un once inicial plagado de novedades con respecto al que perdiera en Liga contra el Deportivo Alavés, el cuadro de Fran Escribá trabajó desde el inicio la posesión, sin prisas, bajo la consigna de no ofrecer resquicios ni concesiones a los animosos hombres de Onésimo Sánchez, y mucho menos inducir a la sorpresa. El camino era sencillo: a través de la posesión, contemporizar las ansias locales de darse una alegría, y a su entregado público, tras el vapuleo último en liga, el mayor en su feudo, para solaz del Albacete.
Pero el Toledo salió a presionar fuerte. La sucesión de robos en medio campo, con el organizador Trigueros bien tapado, propiciaron las primeras llegadas verdes, con tiros inocentes de Roberto y Owusu, antes de que una galopada de Cheryshev, en la primera llegada visitante, acabara en el 0-1, con gol desgraciado de Adrián en su meta. Las penurias locales crecieron cuando cinco minutos más tarde otra internada de Cheryshev acabó con un preciso centro que remató Bakambu con un derechazo seco, inapelable, ante un Manolo vendido a su suerte.
Fue un duro mazazo que acabó con la pretendida insolencia de un Toledo que empezó a atisbar otro severo correctivo. Dos llegadas, dos goles. Eficacia total, y el Villarreal, ahora sí, a amasar el gran tesoro, con más espacios, tiempo para pensar y el marcador a buen recaudo. Mientras, el cuadro local, consciente de lo que marcaba el electrónico, no perdió la cara, pero tampoco amenazó de verdad con inquietar la paz de Barbosa y su cobertura.
A vuelta de vestuarios, todos parecieron conformarse, los verdes por no padecer nuevos disgustos y los amarillos por no hacer más sangre. Tampoco era para desquiciarse, aunque ello no quisiera decir que no se empeñasen en tratar de agradar, cada uno con sus armas bien definidas y la intención, siempre, de jugar con sentido.
Huérfano de ocasiones mollares, el duelo transcurrió por derroteros definidos, sin saltarse ninguno el guión, ya sin el veloz Cheryshev, aunque con el Toledo más enganchado y con intentonas por revertir la desfavorable situación ante un condescendiente Villarreal, cómodo, sin agobios reales, en todo caso mirando de reojo para impedir cualquier atisbo de insurrección del rival y cuidando su físico.
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Nadar y guardar las ropas, tapar la voluntad y ganas de Owusu, cerrar los huecos y dejar transcurrir los minutos con el excelente botín fue el trabajo final de los de Escribá, a la espera de alguna contra, que llegó a falta de ocho minutos y que culminó, con gran calidad, Castillejo para dejar sentenciada aún mas la eliminatoria.