Un rodillo. Así está siendo esta Bélgica en Rusia. Incluso cuando las cosas se ponen feas, no tiene más que dejarse llevar, que dejar ir su velocidad y su mordiente, para solventar problemas. Así pasó ante Japón, y así hicieron contra una Brasil que poco o nada pudo hacer en cuanto los belgas se ponían a correr por el verde. Una generación de oro para llegar a unas semifinales tras 22 años... ¿y para ganar su primer Mundial?
Pocas veces se dan tantos motivos para pensar en que sí. Pocas veces, en una selección como la belga, se han juntado o incluso se podrán juntar en plenitud futbolistas de la talla de Eden Hazard, de Romelu Lukaku, de Thibaut Courtois y de Kevin de Bruyne como principales estrellas. Y como secundarios los Witsel, Chadli, Carrasco, Kompany, Vertonguen y los Meunier. Pocas veces el nexo entre todos ha sido o podrá ser como el que ha logrado Roberto Martínez.
Porque el español ha entendido a la perfección a esta Bélgica. Una en la que sus jugadores piden tocar la pelota, pero también piden que les dejen correr y ser verticales. En la que, ante la ausencia de laterales puros, el 3-4-3 convirtiendo a Carrasco en carrilero ha dado sus frutos. Una Bélgica que podría ser la primera en ganar un título mundialista con un entrenador extranjero.
Motivos para el optimismo no les faltan. Y es que en Rusia están mostrando esas virtudes que se preveía tendrían y ocultando esos defectos que tuvieron en 2014. Esos futbolistas aún verdes, y ese miedo a las alturas que se notó ante Argentina hace cuatro años y que desapareció en su duelo contra Brasil.
Y es que esta Bélgica está lista. Está preparada para algo grande. Hazard está en el momento adecuado. De Bruyne, más hecho tras dos temporadas con Guardiola. Lukaku, una bestia en ataque beneficiado por la llegada de Thierry Henry. Y Courtois, en plenitud. Su fútbol, vistoso y ofensivo. Sin miedos. Sin complejos. Sabiendo que por qué no les va a tocar a ellos ser una de las selecciones con estrella.
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Les quedan dos partidos más en Rusia, pase lo que pase. Si ganan a Francia, la final en Moscú. Y si pierden, el encuetro que nadie quiere jugar en San Petersburgo. Sea como sea, esta generación belga, está Bélgica, sabe que pocas veces van a tener una generación así. Porque una como esta, como la que tienen y con cómo han llegado al Mundial, no se dan muchas.