"Fui el primer hombre que cruzó la meta y rompió la barrera de las dos horas. En la línea de meta solo quería abrazar a mi familia, hacerles sentir que son parte de la historia". Con esta frase, Eliud Kipchoge no solo define lo que ocurrió el pasado sábado en Viena, sino que se define también a él mismo. Ese atleta sencillo que sigue con los mismos métodos de entrenamiento en su Kenia natal, y que por supuesto, tras demostrar al mundo que nada es imposible, solo piensa en su gente y en lo que pueden sentir.
"No quería poner nada en riesgo. Corres para 1:59:58 y no sabes qué puede pasar en los últimos 100 metros, así que era mejor para mí correr en torno a 1:59 o 50 segundos menos. Era mejor así por seguridad", desvela el fondista justo antes de dar un mensaje al mundo: "Mi mensaje para el mundo es que no hay límites para los humanos. Intento decir a cada humano que no hay límite". Unas palabras que es imposible no tener en cuenta viniendo de alguien que ha logrado un hito inhumano: bajar de las dos horas en una distancia de maratón.
La parte de su familia que no acudió a Viena, precisamente, vivió así el logro de su atleta, como recoge 'SportsCenter'.
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