No es nada extraño para Edurne echarse las manos a los bolsillos, o agarrar la cartera, y encontrar cualquier cosa menos monedas. Esta joven pamplonica, de 26 años, hace tiempo que perdió la costumbre de llevar efectivo: siempre anda con tarjeta, siempre dividiendo gastos y enviando dinero a través del teléfono. Y no se trata de una particularidad suya, no: en los tiempos que vivimos, hay todo un segmento de población que concibe el dinero como concibe la vida: digital.
Ahora, los ecos de esos pequeños gestos han llegado a los despachos de las instituciones públicas: en pleno auge del comercio electrónico, con tecnologías como Bizum monopolizando el día a día y las criptomonedas retumbando en los titulares, aunque con los mayores en pie de guerra por la digitalización forzosa que les ha dejado fuera de juego, ¿ha llegado el momento de apostar por el euro digital?
La misma pregunta se ha planteado en la Unión Europea, que ha dado luz verde a un proyecto bienal de estudio, y en el Congreso de los Diputados español, que aprobó en los últimos compases de 2021 un grupo de estudio sobre su posible implantación en nuestro país. Pero, ¿es viable? ¿En qué consistiría? ¿Cómo cambiaría nuestra vida?
Qué es y cómo me afecta
En palabras del propio Banco Central Europeo -quien tiene las competencias sobre el euro y quien lo emite-, un euro digital “garantizaría que los ciudadanos de la zona del euro puedan seguir teniendo acceso, sin coste alguno, a un medio de pago sencillo, universalmente aceptado, fiable y sin riesgo”.
Es decir, un euro digital seguiría siendo un euro. Y, a día de hoy, la moneda física la utilizan nada menos que 340 millones de personas en su día a día, tal y como alegó Christine Lagarde, la presidenta del BCE, en su discurso en una reunión parlamentaria europea del 14 de enero.
Así pues, cualquier cambio sobre el euro toma dimensiones de gigante. “Sería una forma electrónica de dinero emitido por el Eurosistema (el BCE y los bancos centrales nacionales) que todos los ciudadanos y empresas podrían utilizar —como los billetes, pero en formato digital—”, subraya el BCE en sus comunicaciones.
“El proyecto del euro digital tiene interés por varias razones. Aunque no hay que ponerse nerviosos: el efectivo físico no va a desaparecer a corto plazo, por razones de intimidad, por practicidad”, saluda al otro lado de la línea Santiago Carbo, director ejecutivo del Observatorio de Digitalización Financiera de Funcas, cuando laSexta.com le consulta.
Aquí la pregunta que surge es normal: ¿pero no usamos ya dinero digital cuando pagamos por Bizum, por ejemplo? “Hay quien dice que en la UE ya tenemos euros digitales porque lo movemos por bizum o por transferencia. No: eso deja rastro. Pero el proyecto se refiere a esa moneda que se utilizará en pagos en economía y que se irá acumulando en esa wallet o irá bajando según se consuma”, explica Carbo.
El efectivo digital
El primer motivo al que responde es el por qué. “El proyecto del euro digital es una respuesta a un cambio más amplio: la digitalización del propio dinero. Está surgiendo un nuevo tipo de dinero, basado en unidades virtuales de valor que se mueven en Internet”, sostiene el último estudio del Parlamento Europeo acerca del tema, fechado hace tan sólo unos días.
“En términos generales, se puede considerar como ‘efectivo digital’. Se puede almacenar en un dispositivo móvil o en un ordenador. Se puede transferir instantáneamente, al igual que enviar un correo electrónico. Se puede utilizar directamente para pagar de persona a persona (peer-to-peer), independientemente de las distancias y fronteras”, ahondan los autores, Markus Brunnermeier y Jean-Pierre Landau, de las universidades de Princeton (EEUU) y Science Po (Francia), respectivamente.
Entonces, ¿por qué dar el paso? ¿Por qué digitalizar la moneda? Los expertos lo tienen claro. Primero, porque el dinero se está volviendo más diverso. El dinero en forma digital es fácil de crear y se puede adaptar a casi cualquier forma o uso. Se puede gestionar a través de una gran variedad de registros y protocolos.
En segundo lugar, el dinero puede volverse más segmentado. El dinero digital a menudo crece y prospera dentro de grandes "plataformas" que suman muchas actividades (por ejemplo, comercio, entretenimiento, redes sociales) y explotan sus sinergias.
Es el caso de Facebook, que lanzó su moneda Libra. “Esas plataformas tienden a organizarse como ecosistemas de "bucle cerrado". El dinero que usan y, posiblemente, crean puede no ser fácilmente transferible a otros entornos”, advierten Brunnermeier y Landau. Pero no así el del euro digital: porque no sería una moneda privada. Sería una moneda con todas las de la ley.
Finalmente, el dinero se está volviendo más competitivo. “En un mundo digital, (casi) cualquier persona con cierta experiencia en criptografía e informática puede crear dinero. Los experimentos con dinero privado (criptomonedas) ahora están floreciendo. La competencia de divisas también puede desarrollarse tanto dentro como fuera de las fronteras, con algunos países, u operadores privados, utilizando sus redes digitales para hacer circular sus monedas en otras jurisdicciones, creando las llamadas monedas estables globales”.
No, monedas digitales no son criptomonedas
Pero, ¿qué significa todo esto? ¿Qué es una criptomoneda y cómo se diferencia de una moneda digital? ¿Cómo funcionan? Las monedas digitales y las criptomonedas son muy diferentes, aunque compartan apellido.
Lo resuelve Víctor García, profesor de Estudios de Informática Multimedia y Telecomunicación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), para laSexta.com. “Para poder entender la gracia de las cripto, tenemos que ver cómo funciona un sistema de pagos digital convencional”.
Allá vamos: “Cuando vas a pagar, necesitas un gran intermediario -un banco- para que gestione el pago. Con las criptomonedas, no necesitas el intermediario, sino que está la red peer-to-peer [como el antiguo eMule o los bittorrents], pero, en vez de transferir archivos, se registran las transacciones. Es una base de datos con nodos en los que se registran las transacciones. Cada nodo funciona como cliente y servidor a la vez”.
Ahí reside la primera diferencia: las redes peer-to-peer son las que gestionan estos pagos, y la conforman los propios usuarios. Cualquier persona puede conectar el ordenador a la red, y contribuir a esta red de pagos.
La segunda diferencia quizás sea de perogrullo, pero la divisa que se usa en las criptomonedas no son las convencionales, sino que se usan nuevas. La red de bitcoin crea la criptomoneda bitcoin. En las monedas convencionales tenemos instituciones que regulan las políticas monetarias. En bitcoin, por ejemplo, la regulación está escrita en su propio software.
“Antes, siempre necesitábamos un servidor que mandara sobre el resto, podíamos tener una cierta distribución, pero había un ente centralizador. Lo que proponía blockchain es que todos los nodos fueran iguales, no habría nadie que mande sobre la información de las transacciones. Hay un protocolo, sí, pero es un protocolo de consenso. Esto implica que es mucho más difícil censurar algo”, afirma García.
Viejo dinero y nuevo dinero
Puede que suene distópico, un mundo en el que crear dinero esté al alcance de cualquiera con conocimientos informáticos, y que el dinero pase de ser lo que llevamos siglos acostumbrados a algo diferente. Aunque es bastante improbable.
“Las criptomonedas nunca van a poder ser un medio de pago aceptado generalmente. No están respaldadas por ninguna autoridad. Pueden servir en algún momento como activo, pero tienen volatilidad y problemas”, suspira Víctor García.
Lo que sí hay es bancos centrales dando el paso para zambullirse de pleno en el mundo del dinero en internet. Bahamas se convirtió, en 2020, en el primer país del mundo en lanzar su moneda digital, y China está recorriendo ese camino a velocidad de crucero, y, aunque no ha emitido todavía establecido como oficial el yuan digital, ya está llevando a cabo pruebas en varias ciudades del país. De hecho, ya tiene 261 millones de personas usando el yuan digital.
El euro digital, para 2023 como pronto
A ojos de los expertos, y aunque en Europa el proyecto está en fase formal de investigación, el asunto está bastante verde. Su objetivo será abordar aspectos clave relativos al diseño y la distribución, como combinar las necesidades de los europeos, pero contribuir a la vez a impedir actividades ilícitas [al digitalizar el uso del dinero afloran los pagos en B] y evitar cualquier impacto no deseado en la estabilidad financiera y la política monetaria.
Hasta octubre de 2023 no se anunciarán los resultados de la investigación del BCE y sobre ellos se decidirá. Aunque cuenta con buena prensa.
Por ejemplo, el gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos, que considera que un euro digital "bien diseñado" podría ser "una pieza" para impulsar la adaptación del sistema financiero al entorno digital preservando aspectos como la protección al consumidor o la salvaguarda de la privacidad.
En la misma línea se muestra el profesor de Estudios de Informática Multimedia y Telecomunicación de la UOC. “Todo esto es muy reciente. Las criptomonedas son como start-ups, están en sus inicios y su valor aún no justifica lo que valen. Pero la gente intuye lo que puede haber detrás, el volumen de negocio. Si el proyecto es una red social descentralizada, hay quien piensa que el volumen de negocio detrás puede ser como Facebook. Y especulan”.
También tiene sus casos de uso, como los envíos de dinero a otros países -mayor rapidez y comisiones sensiblemente más bajas- o como moneda segura en naciones superinflacionarias para resguardarse de la depreciación de sus propias divisas -como el caso de Zimbabue, Venezuela o Argentina-. De hecho, El Salvador ha aceptado bitcoin como moneda de curso.
¿El futuro de los europeos?
¿Es ese nuestro futuro? El PP, por ejemplo, propuso hace unos meses el permitir criptomonedas en el sistema hipotecario, aunque cayó en saco roto. Es más: en las últimas horas, Hacienda ha situado en su punto de mira la compra de criptomonedas con tarjeta, dentro de su estrategia de lucha contra la evasión fiscal.
Así, no parece que sea un futuro inmediato. Los expertos no lo ven claro. “Todavía la tecnología es demasiado inmadura para tomar este tipo de decisiones en España. Bitcoin ahora funciona bien porque tiene pocos usuarios”, insiste Víctor García, profesor de Estudios de Informática Multimedia y Telecomunicación de la UOC.
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“No se hacen tantas transacciones como en VISA, que soporta 70.000 transacciones por segundo. Bitcoin, en cambio, puede soportar unas 10 transacciones por segundo. Ahora mismo no podría. Hay mucha gente que le cuesta utilizar la tarjeta de crédito, y lo veo muy difícil”, zanja.