Aclamado por los suyos llegaba Tsipras a la residencia oficial procedente de Rusia.  Horas después de su llegada, acudían a la mansión Máximos el ministro de finanzas, Yanis Varoufakis, y tras él, el superministro económico Yannis Dragasakis.

El objetivo del encuentro lo anunciaba otro ministro del Gobierno griego, redactar una propuesta alternativa a la austeridad exigida por Bruselas para prorrogar el rescate. Estarían dispuestos a hacer ajustes en la Administración y subir impuestos a los ricos pero no a recortar pensiones o subir el IVA, tal y como piden los acreedores.

Atenas se queda sin tiempo. En 10 días tiene que devolver 1.600 millones al Fondo Monetario. "Se empezarían a cortar las medidas de liquidez que está aportando el BCE a los bancos griegos, empezaría un corralito y esa situación sería insostenible en el largo plazo", según el experto Jorge Díaz.

En ese escenario, la suspensión de pagos sería cuestión de tiempo y Grecia podría acabar abandonando la zona euro. Una decisión que no desea nadie porque sus consecuencias son imprevisibles. De hecho los tratados no contemplan protocolo alguno para que un socio abandone la moneda única.

"El impacto para  la eurozona sería suficientemente importante, mientras que para Grecia no lo sería mucho más que aceptar las condiciones que propone la Troika", asegura Jorge Fonseca, profesor de economía internacional de la UCM. De momento, el BCE ha inyectado liquidez extraordinaria para que los bancos griegos puedan abrir el lunes. Sólo un parche a la espera de lo que ocurra en la reunión de Bruselas.