Las organizaciones sociales advierten de que la red familiar se agota. Mujeres solas en paro y con hijos, son el perfil con más riesgo. Pero hay un sector que también está sufriendo de lleno esta situación, los dependientes. Los atrasos en la recepción de la ayuda de dependencia están provocando que muchas personas dependientes tengan que acudir a los ingresos de sus familiares más mayores. Este es el ejemplo de Rafa Funes, un gran dependiente de El Entrego que es mantenido por su padre de 93 años. En estos momentos, Rafa cuenta con una paga de 278 euros al mes, por lo que tiene que recurrir a la paga que percibe su padre para pagar la asistencia de ambos.

Rafa sufre tetraparesia, es decir, no controla la movilidad de sus extremidades, pero esto no le impide desarrollar su papel como director del Centro Social de El Entrego, en SMRA. Su discapacidad es exclusivamente física, pese a tener acreditado el máximo nivel de dependencia. Con estas demoras para recibir las ayudas a dependientes, "se han cargado las ilusiones que generó la aprobación de la Ley de la Dependencia".

Actualmente, Rafa y su padre siguen sobreviviendo con las dos pagas que perciben en ambos casos, aunque si su padre acabara necesitando ingresar en una residencia, Rafa acabaría teniendo un total de 164 euros para afrontar el día a día. Por eso solicita que "alguien ponga los medios para que personas como el puedan seguir existiendo dignamente"

Esta ley cumplió el pasado 23 de abril cinco años de aplicación, nació para garantizar los derechos de las personas con escasa autonomía personal. Decía la ley que las personas como Rafa Funes tendrían derecho a todo un abanico de servicios, tales como residencia, centro de día, de integración, ayuda a domicilio, teleasistencia, asistente personal o de prestaciones para procurarse una atención profesional o, en casos excepcionales, para que un familiar les cuide en su casa.

En cinco años después, se encuentran con que se ha prohibido la compatibilidad de servicios, es decir, que quien tenía una plaza residencial y, por ejemplo, centro de día o de integración, tiene que renunciar a uno. Por eso, son muchas las personas con discapacidad que, ahora, se pasan el día en su residencia, porque no pueden ir a ningún sitio.