Los cajeros de Atenas dan dinero. Hasta ahí, todo normal. Pero, que siga siendo así, depende de la buena marcha de las negociaciones entre Grecia y Europa. La delicada situación ha provocado una fuga de capitales de hasta 1.000 millones de euros diarios que se alcanzaron el jueves.

Ese dinero que huye de los bancos griegos no vacía sus arcas, gracias a que las llena de euros el Banco Central Europeo, a través de la línea de liquidez de emergencia. Un fondo que hubo que aumentar el pasado viernes y también este lunes. Si el grifo se cierra, podría llegar el temido corralito. Los griegos meterían la tarjeta en el cajero, pero saldría poco o nada de dinero. El camino conduciría a una salida del euro, algo que los griegos no quieren.

El 65% de los ciudadanos apuesta por seguir con la moneda única, frente al 31% que preferiría una vuelta al dracma. Una moneda distinta y devaluada respecto al euro dispararía la inflación. Los griegos lo saben y tienen claro que quieren quedarse en el euro.

Pero no hay una mayoría tan clara si hablamos de cómo gestionar la negociación en Bruselas. Algunos optan por llegar a un acuerdo cueste lo que cueste, mientras que otros piden que no haya más ajustes.

Cansados y con los bolsillos vacíos, según los comerciantes, el "fin de mes" para la mayoría llega muy pronto: "El día 10 o el 12 de cada mes". Curtidos ya en eso de estar al borde del abismo y con la filosofía corriendo por sus venas, los griegos esperan noticias sobre su futuro.