Con paso marcial ante el mandato de la troika y sin temblarle el pulso, Passos Coelho comparecía sin preguntas para hacer un agujero más en el ya apretado cinturón de los portugueses. Los peor parados: los funcionarios: "Combinando el nuevo sistema de recalificación de la administración pública con el plan de rescisiones reduciremos unos 30.000 trabajadores públicos".

Serán menos y trabajarán más: su jornada laboral subirá de 35 a 40 horas semanales. Dice el primer ministro que así se equipararán al sector privado.

Habrá que trabajar un año más, hasta los 66 años, para cobrar la pensión íntegra. Y no acaba aquí su calvario: también se anuncia una reforma en el sistema de pensiones que, entre otras medidas, podría incluir un impuesto especial para pensionistas que cobren más de 1.350 euros: "Las medidas que acabo de anunciar representan unos 4.800 millones de euros hasta 2015".

Una fecha clave, porque será entonces cuando haya elecciones. Los portugueses, hartos ya de tanta austeridad, piden un cambio, en palabras del líder del principal sindicato portugués, Armenio Carlos: "No aceptamos este ataque brutal contra los trabajadores públicos, contra los pensionistas, contra los trabajadores portugueses".

En la calle lo tienen claro: "Si pudiera elegir no pagaría la seguridad social porque sé que de ahora en adelante no va a haber dinero para que nadie se jubile".

El primer ministro conservador ha dicho que las medidas están abiertas al diálogo, pero advierte: si no se complace a la troika, no habrá segundo tramo de rescate y Portugal estará abocado a la quiebra.

Mientras tanto, los portugueses achacan sus recortes a la política alemana de austeridad. Pero no piensa lo mismo el presidente de la Comisión Europea, el portugués, José Manuel Durão Barroso, que se ha puesto del lado de Merkel al decir que "ni el paro ni la recesión son culpa de Alemania".