Rodrigo Rato defendía sus dotes premonitorias hablando sobre Bankia allá por 2010. "Se va a convertir rápidamente en un nombre conocido por millones de personas", decía. Acababa de producirse la fusión que alumbraba la entidad con el beneplácito de los controladores.

Banco de España, la Comisión Nacional del Mercado de Valores o el Gobierno. El informe pericial no les menciona como culpables de lo ocurrido, pero lo cierto es que vigilar a Bankia era cosa suya. Pero en aquellos días, Bankia era la niña bonita del sistema financiero. Así lo defendía Rajoy que alababa a Rato: "lo importante aquí es que Bankia tiene un director de primera".

Consolidada la amalgama de cajas, el siguiente reto de Bankia pasaba por salir a bolsa. Pero antes de la llegada al parqué muchos ya habían lanzado las campanas al vuelo. Unas condiciones inmejorables para Rodrigo Rato. "Los 370.000 inversores que han confiado en nosotros van a estar muy satisfechos", defendía el presidente de Bankia.

Ahora, la pericial dice que los inversores picaron, pero por culpa de un folleto engañoso que llevaba el visto bueno de la CNMV.