Sol, frío mañanero y sin precipitaciones apreciables. Es el 'día de la marmota' meteorológico que podríamos tener desde este martes y posiblemente hasta finales de enero. Y es que el gran anticiclón que vivimos en estos momentos ganará fuerza y tamaño en las próximas horas y podría quedarse al menos durante dos semanas.
Un anticiclón es una región en la cual el aire desciende desde capas altas hasta la superficie y como consecuencia, no pueden entrar borrascas y, por tanto, ni llueve ni nieva. En estos momentos, el centro de altas presiones se ubica sobre Irlanda y se extiende hasta el sur de la Península.
En algunos casos, la hegemonía del anticiclón es muy evidente y entonces se les denomina 'bloqueos'. Este tipo de patrones no son como otros que van y vienen, sino que permanecen días y días en el tiempo.
La Asociación Nacional del Océano y de la Atmósfera de Estados Unidos (NOAA) emplea un índice para definir estos bloqueos y, cuando es positivo, el anticiclón se queda mucho tiempo, como en este caso. La previsión a largo plazo de Aemet está en concordancia con este indicador: lo que queda de enero podría ser menos lluvioso y nivoso de lo habitual.
En estas circunstancias, solo en ocasiones las danas son las únicas capaces de entrar por el oeste del país o, de forma retrógrada, por el este. Un patrón consistente con lo que ocurre en episodios de La Niña, en los cuales, un potente anticiclón se sitúa en el Pacífico norte y otro, no tan fuerte, sobre el Atlántico norte (NOAA).
Así, no llega la precipitación pero tampoco hace calor. La ausencia de nubes por la noche favorece que el calor almacenado durante el día se escape hacia el espacio y que por la mañana haga mucho frío o incluso hiele. Por ello, en los próximos días, los madrugadores tendrán que ir muy bien abrigados, en especial en los Pirineos, donde las mínimas podrían desplomarse a-15 grados centígrados.
Mirando más allá en el tiempo y por tanto, alejándonos de una fiabilidad, esta estructura podría incluso mantenerse en primavera. En Europa, de febrero a abril podríamos tener, de media, un ambiente más cálido de lo habitual y, por tanto, menos propicio a las nevadas.