20 días en Mariúpol. Eso es lo que pasaron los periodistas Mstyslav Chernov y Evgenuy Maloletka de 'Associated Press' en la ciudad más castigada por el Kremlin en la guerra en Ucrania. Sin apenas voces internacionales en su interior, la palabra de estos dos profesionales es hoy una de las pocas pruebas de lo que está ocurriendo en la sitiada Mariúpol.
En estas dos semanas, Rusia había puesto sus nombres en la 'diana' de sus ataques. 20 días en los que han recibido ayuda del ejército ucraniano y han tenido que camuflarse bajo batas de hospital para evitar ser identificados. Ahora, ocho días después de abandonar la ciudad, pueden contar al mundo cómo consiguieron mostrar la realidad de una ciudad que sufre ataques a civiles constantes y que carece de agua potable, luz, calefacción y alimentos desde el principio de la invasión.
"Salimos corriendo a la calle, abandonando a los médicos que nos habían albergado, a las mujeres embarazadas que habían sido bombardeadas ya las personas que dormían en los pasillos porque no tenían adónde ir. Me sentí terrible dejándolos a todos atrás. Nueve minutos, tal vez 10, una eternidad a través de carreteras y edificios de apartamentos bombardeados. Mientras los proyectiles caían cerca, caímos al suelo. El tiempo se midió de un proyectil a otro, nuestros cuerpos tensos y sin aliento. Onda de choque tras onda de choque sacudió mi pecho, y mis manos se congelaron", explica Chernov.
Fue precisamente así, dos días después del bombardeo del hospital de maternidadde Mariúpol, como entendieron que tenían que irse. "Si te atrapan, te pondrán frente a la cámara y te harán decir que todo lo que filmaste es mentira", le explicó el oficial de Mariúpol a Chernov, que les pidió que abandonaran la ciudad para que todo el esfuerzo que habían realizado por documentar lo que estaba ocurriendo allí no fuera en vano. "Era el 15 de marzo. No sabíamos si saldríamos con vida", indica en una misiva compartida por 'Associated Press', en la que reporta cómo él, nacido en Járkov, acabó siendo uno de los últimos periodistas dentro de Mariúpol.
Todo comenzó un día antes de la invasión. "Sabía que las fuerzas rusas verían la ciudad portuaria oriental de Mariúpol como un premio estratégico debido a su ubicación en el Mar de Azov. Así que en la noche del 23 de febrero, me dirigí allí con mi viejo colega Evgeniy Maloletka, un fotógrafo ucraniano de The Associated Press, en su camioneta Volkswagen blanca. En el camino, comenzamos a preocuparnos por las llantas de repuesto y encontramos a un hombre dispuesto a vendernos en medio de la noche. Le explicamos a él y a un cajero en una tienda abierta toda la noche que nos estábamos preparando para la guerra. Nos miraron como si estuviéramos locos", explica.
Así, llegaron a Mariúpol a las 3:30 de la madrugada del 23 al 24 de febrero. La guerra comenzó una hora después. "Pocas personas creían que se avecinaba una guerra, y cuando la mayoría se dio cuenta de su error, ya era demasiado tarde", ha aseverado.
"Los rusos cortaron la electricidad, el agua, los suministros de alimentos y finalmente, de manera crucial, las torres de telefonía celular, radio y televisión. Los pocos periodistas restantes en la ciudad salieron antes de que se acabaran las últimas conexiones y se estableciera un bloqueo total", añade.
Sus objetivos, asegura, eran sembrar el caos y adquirir impunidad por sus hechos: "Sin imágenes de edificios demolidos y niños moribundos, las fuerzas rusas podían hacer lo que quisieran. Si no fuera por nosotros, no habría nada". Eso fue precisamente lo que les situó en un objetivo primordial para el Kremlin.
"Los médicos nos suplicaron que filmáramos a las familias que traían a sus propios muertos y heridos, y que nos permitiéramos usar la energía del generador, cada vez más escasa, para nuestras cámaras. Nadie sabe lo que está pasando en nuestra ciudad, decían", explica.
Con tan solo un solo punto con conexión estable en toda la ciudad, la dureza del asedio fue complicando la labor de mostrarle al mundo el día a día en Mariúpol, y de hacer llegar a una población aislada la mínima información sobre el exterior. "Todo el mundo preguntaba, por favor, díganos cuándo terminará la guerra. No tuve respuesta", asevera. Entonces, indica, ya había sido testigo de decenas de muertes.
El 9 de marzo se produjo el ataque a un hospital de maternidad: "Cuando llegamos, los trabajadores de emergencia todavía estaban sacando a mujeres embarazadas ensangrentadas de las ruinas". Después, varios oficiales les escoltaron hasta que pudieron terminar el proceso de subir las imágenes.
Tras el revuelo internacional que generaron, Rusia afirmó que una de las mujeres que había sido grabada allí era en realidad una actriz. "El 11 de marzo, en una breve llamada sin detalles, nuestro editor preguntó si podíamos encontrar a las mujeres que sobrevivieron al ataque aéreo en la maternidad para probar su existencia. Me di cuenta de que las imágenes debían haber sido lo suficientemente potentes como para provocar una respuesta del gobierno ruso".
Así lo hicieron. Acudieron a un hospital de urgencias y fue entonces cuando descubrieron que una de las mujeres que grabaron había perdido la vida. "Subimos al piso 7 para enviar el video desde el tenue enlace de Internet. Desde allí, vi cómo un tanque tras otro avanzaba junto al recinto del hospital, cada uno marcado con la letra Z que se había convertido en el emblema ruso de la guerra. Estábamos rodeados".
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Así, tan solo les quedaba esperar. "Pasaron horas en la oscuridad, mientras escuchábamos las explosiones afuera. Fue entonces cuando los soldados vinieron a buscarnos, gritando en ucraniano", indica. Comenzó así su salida de la ciudad. "Éramos los últimos periodistas en Mariúpol. Ahora no hay ninguno. Ya no podemos llegar", zanja.