El presidente de Francia, Emmanuel Macron, se muestra tajante: no quiere dar las llaves del Palacio del Elíseo a la extrema derecha, y por ello ha tendido la mano al resto: "Estoy convencido de que los socialdemócratas, los radicales, los verdes, los democristianos; los gaullistas que no se reconocen en la fiebre extremista, pueden construir un nuevo proyecto".
Son declaraciones realizadas este miércoles, en una comparecencia efectuada después de criticar los pactos a su izquierda y a su derecha, que ha calificado de "contra natura". Pero con quien ha cargado más duramente ha sido contra Los Republicanos. "Quien está al mando de la derecha republicana acaba de hacer por primera vez una alianza con la extrema derecha. Ha dado la espalda al legado del general de Gaulle, Jacques Chirac y Nicolas Sarkozy" ha recordado el mandatario.
Porque, en Francia, aislar a la extrema derecha ha sido casi una tradición durante los últimos 40 años. "Nunca trates con el extremismo. Es veneno. Divide, pervive y destruye" alertaba Jacques Chirac en 2007. No solo les cerraban la puerta a pactos. Sarkozy anunció en 2015 que "no habrá ministros del Frente Nacional".
Chirac fue más allá e incluso se negó a debatir con ellos anunciando en 2022 que no iba a debatir con el representante del Frente Nacional: "No puedo aceptar la banalización de la tolerancia y el odio". El sistema francés de doble vuelta, en el que hay que elegir entre dos, ha favorecido ese cordón sanitario. Al propio Chirac le votaron electores de izquierdas para evitar la presidencia de Jean Marie Le Pen.