Alexander Litvinenko fue un antiguo agente de la KGB que, desencantado con los hilos del poder del Kremlin, abandonó su Rusia natal para trabajar al servicio del Reino Unido, el país que lo acogió y donde encontró la muerte en 2006.
El exespía murió el 23 de noviembre de 2006 en un hospital de la capital británica envenenado con la sustancia radiactiva Polonio 210, contenida en una taza de té que tomó en un hotel de la ciudad mientras estaba reunido con dos ciudadanos rusos. Nacido en 1962 en la ciudad rusa de Voronezh, Litvinenko, apodado "Sasha", se crió con sus padres en Nalchik, donde cursó sus estudios secundarios y después ingresó en el colegio militar.
Con 20 años, Litvinenko contrajo matrimonio con su primera mujer, Natalia, una contable con la que tuvo dos hijos, Alexander y Sonia, pero el matrimonio terminó en divorcio en 1994.
Después Litvinenko se casó con su segunda mujer, Marina, una profesora de gimnasio con la que tuvo un hijo, Anatoly, y que le acompañó hasta el final de su vida en Londres. Tras su muerte, Marina Litvinenko hizo una fuerte campaña para esclarecer las circunstancias del fallecimiento de su marido pues siempre se mostró convencida de la implicación del Estado ruso.
Fue a finales de los años ochenta cuando el entonces militar ruso fue reclutado por el KGB soviético, posteriormente denominado FSB tras la desaparición de la URSS, con lo que inició su carrera en estos servicios ocupando diferentes funciones.
Estuvo implicado en la primera guerra de Chechenia, en 1995, de la que llegó a decir que le dejó "profundamente afectado" e incluso llegó a simpatizar con la causa chechena, según la investigación que se realizó sobre la muerte del exagente. Conocedor de las actividades de los espías de su país, Litvinenko decidió en noviembre de 1998 denunciar públicamente un complot para asesinar al magnate ruso Boris Berezovsky, crítico del presidente ruso, Vladímir Putin, y la corrupción dentro del FSB.
Esto motivó su expulsión de los servicios secretos y el comienzo de un proceso legal que le llevó a la cárcel a finales de los años noventa. A raíz de esta situación, además de temer por su vida, Litvinenko tomó la decisión de huir de Rusia con su mujer, Natalia, y su hijo para buscar asilo en algún país extranjero.
En octubre de 2000, violando una orden de que no debía abandonar Moscú, Litvinenko y su familia viajan a Turquía, supuestamente a través de Ucrania. Una vez en Turquía, solicita asilo en la embajada de Estados Unidos, pero le es denegada.
Fue entonces cuando compró con la ayuda de un amigo un billete de avión de Estambul a Moscú vía Londres. Al llegar en noviembre de 2000 al aeropuerto londinense de Heathrow, donde estaba como pasajero en tránsito, Litvinenko solicita asilo político a las autoridades británicas y entrar en el país.
Seis meses después, el Reino Unido le concede asilo y la familia se instala en el barrio de Muswell Hill, en el norte de la capital, y años después obtienen la nacionalidad británica. A partir de entonces, "Sasha" trabaja como periodista, concede entrevistas y escribe algunos libros, pero con el tiempo aumentan sus críticas contra el Kremlin, al que consideraba responsable de la muerte de la periodista Anna Politkovskaya.
En Londres, mantenía un estrecho contacto con Berezovsky, también exiliado, y empezaba a colaborar con servicios extranjeros, entre ellos el español, según declaró su viuda el año pasado durante la investigación pública sobre la muerte de su marido.
Tres años después de entrar al Reino Unido, Litvinenko empezó a colaborar con los servicios secretos británicos MI6 (exterior), de los que recibía un sueldo de 2.600 euros mensuales. Según se reveló en su día, Litvinenko les facilitaba información sobre el crimen organizado en Rusia al tiempo que mantenía contactos con agentes rusos, entre ellos Andréi Lugóvoi y Dmitri Kovtun, con los que se reunió el día que tomó la fatídica taza de té.
A los pocos días del envenenamiento, Litvinenko fue ingresado en el hospital universitario de Warren Street, donde perdió la vida tras acusar desde el lecho de muerte a Vladímir Putin de haber ordenado su asesinato. Debido al alto nivel de radiactividad que tenía el cuerpo de Litvinenko, su ataúd fue sellado especialmente y enterrado en el cementerio londinense de Highgate, a unos metros de la tumba de Karl Marx.