Se han publicado mágenes donde se muestran cascos blancos, voluntarios civiles, denunciando el uso de sustancias prohibidas son los efectos del gas cloro. Y no es la primera vez. En abril de 2014 y marzo de 2015, también. Ocurrió en Tálmenes, donde helicópteros de Al Asad lanzó dispositivos con gas cloro a la población. Hechos contrastados y reconocidos.
Igual que el caso de Daesh, Naciones Unidas confirma la utilización, a pequeña escala, de gas mostaza por parte de este grupo terrorista en Siria. Y esa debe ser ahora la mayor preocupación. "El terrorismo es ahora mismo es una amenaza existencial para la humanidad, cuando claramente no lo es si lo comparamos con el cambio climático o con la proliferación de las armas químicas", explica el codirector del Instituto de Estudio de Conflictos, Jesús Núñez.
Armas demasiado baratas, demasiado destructivas y una estupenda baza en países como Libia o Siria, con mandatarios con pocos escrúpulos. 192 estados han firmado ya la Convención sobre las armas químicas. Desde 1997 existe un organismo que vela por su localización y destrucción.
Hasta el mar está vigilado. "Los Estados intentan que los mares no se conviertan en canales para terroristas internacionales, donde hay un mercado negro y puedan comprar armas químicas", asegura Carlos Prieto, de la Universidad de Comillas.
Pero no existe nada contra los mentirosos. En Libia, un barco danés sacó de allí las últimas armas químicas. Una imagen que ya vivimos años atrás cuando Gadafi juraba y perjuraba que él ya no tenía más armas de destrucción masiva en su país, y este sí que no dijo toda la verdad.
"El nuevo Gobierno descubre que hay una serie de toneladas de precursores e incluso bombas cargadas con gas mostaza y que están preparadas para usar", explica Prieto.
Y esto es lo que se está destruyendo ahora, seis años después. Los barcos en Siria trasladan arsenal químico para su destrucción fuera del país, porque Al Asad también aceptó el desarme, Pero, ¿dijo toda la verdad?.