Los equipos de emergencia trabajan a destajo en Turquía y Siria para tratar de dar con supervivientes a los dos seísmos que se han cobrado miles de vidas en la frontera entre ambos países. A las terribles consecuencias del terremoto, que ha destruido por completo muchas carreteras, se suma la nieve que asola algunas de las provincias afectadas.
Las condiciones meteorológicas están dificultando seriamente el transporte terrestre hasta los puntos más remotos de Turquía: los rescatistas tienen que retirar escombros bajo varios centímetros de nevada y con guantes, y la ayuda llega a cuentagotas.
Las gélidas temperaturas agravan aún más la situación de posibles supervivientes: "La población se encuentra sin cobijo en espacios con temperaturas bajísimas, y esto es lo que hay que atender inmediatamente. Por ejemplo, mantas, colchones, combustible...", ha explicado Sandra Ferrer, gerente de Implementación Programas Plan International.
En Siria, las bajas temperaturas obligan a continuar los trabajos encendiendo hogueras entre los edificios colapsados. Allí la guerra es una dificultad más, ya que sólo se puede acceder a la zona devastada del país a través de un único puesto fronterizo, el habilitado por la ONU en la zona controlada por los rebeldes.
Miles de voluntarios tratan de llegar al país procedentes de la propia Turquía y de otros muchos países, pero los aeropuertos son un caos, se encuentran completamente desbordados.
Entretanto, los vecinos de las ciudades afectadas piden ayuda urgente: "Se escuchan voces. No hay nadie (ayudando) aquí. Nadie. ¿Qué clase de país es este?", ha lamentado entre lágrimas un hombre.
Algunas personas llevan ya más de 24 horas sepultadas bajo las ruinas, pero los medios no llegan. "No ha venido nadie de emergencias que nos diga: 'no, hacedlo así mejor'. Lo estamos haciendo todo nosotros, sin saber", ha espetado otro vecino.