Desde hace dos semanas, en Culiacán (México), dos bandas de narcotraficantes se enfrentan a plena luz del día y en mitad de la calle, saben que tienen licencia para matar. Unos son los Chapitos, seguidores de Joaquín Guzmán, hijo de "El Chapo" Guzmán, los otros los Mayos, fanáticos de Ismael "El Mayo" Zambada, ahora preso en Estados Unidos y el causante de esta guerra.
El periodista mexicano Raymundo Riva asegura que "se le responsabiliza a Joaquín Guzmán López, hijo de "El Chapo" Guzmán, de haberlo traicionado".
A partir de ahí la guerra ha comenzado y si algo le sobra es munición. La población se ha encerrado en sus casas indefensa y aterrada. Leticia Clouthier, presidenta del Consejo de la Casa de Maquío, denuncia: "La ciudad es una ciudad fantasma. El otro día fui al aeropuerto y nadie me quería llevar".
Ambos grupos armados se han situado en una carretera federal, estratégica para ganar la batalla. No hay Estado, no hay policía, no hay resistencia, sólo 2.500 militares que miran. "Lo que hace el ejército es establecer un perímetro para que no se extendiera, y ya buscar la depuración de los criminales", expone Riva.
Cuando amanece, los muertos se hacen visibles en las calles con una estética concreta: los que eran seguidores de Ismael "El Mayo", conocido como el hombre de los sombreros, aparecen con un sombrero sobre el cuerpo. Y los Chapitos con una pizza en la boca.
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El presidente del país, López Obrador, acusa a los Estados Unidos. Mientras que ni el ejército, ni la policía son capaces de frenar el terror que se ha apoderado de las calles y que ya ha dejado 50 muertos y 60 desapariciones.