La imagen se repite una y otra vez en Gaza: niños, mujeres y hombres desolados se despiden de sus familiares que yacen sin vida entre decenas de cadáveres. Forma parte del día a día de una Franja de Gaza que, desde el 7 de octubre, ha visto morir a más de 20.000 de sus ciudadanos, 8.000 de ellos niños.
La cifra real es todavía mayor. Aún quedan 6.700 desaparecidos, la gran mayoría menores de edad de los que se desconoce su paradero, pero con una alta probabilidad de que hayan quedado sepultados bajo los escombros. También preocupa la lista de trabajadores asesinados, casi 600 entre periodistas, sanitarios, trabajadores de protección civil y la UNRWA.
Los civiles de la franja no tienen ni donde enterrar a sus muertos y, por eso, la lista de fosas comunes ya asciende a 125. Además, quienes sobreviven lo hacen en condiciones infrahumanas. En el norte, por ejemplo, los heridos son abandonados a su suerte, porque allí no queda ningún hospital operativo.
Además de muertos y heridos, el reguero de bombas deja también casi 2 millones de desplazados que ya no tienen a donde volver.
Israel ha tenido que lamentar la muerte de cientos de sus compatriotas. Solo el 7 de octubre Hamás asesinó a 1.139 personas. Y desde que comenzara la ofensiva terrestre, 134 soldados israelíes han sido abatidos. Cifras que esconden historias y vidas quebradas por una guerra que, por ahora, está lejos de terminar.