La bandera del régimen ondea en el este de Alepo. Es la zona que controlaban los grupos radicales contrarios al régimen y ahora está reducida a escombros. Una imagen que simboliza la situación de la guerra tras el desenlace en Alepo.
"El régimen sale reforzado. Recupera todo el corredor urbano, gobierna sobre dos terceras partes de la población y a partir de ahora los rebeldes van a ser expulsados a zonas eminentemente rurales donde van a ser más fácilmente combatidos", explica Ignacio Álvarez-Ossorio, coordinador de Oriente Medio Fundación Alternativas.
La próxima batalla será Idlib, uno de los dos bastiones que le quedan a los contrarios al régimen. Su capacidad de resistencia dependerá de si Qatar, Arabia Saudí o Turquía les siguen apoyando o si dan por fracasada su apuesta por derrocar a Al-Assad.
"La implicación rusa lo ha cambiado todo. Ha hecho que ya no sea combatir contra el régimen, sino contra Rusia e Irán", apostilla Álvarez-Ossorio. Y ellos también salen ganando. Irán, en su pulso regional con Arabia Saudí, y Rusia, frente a occidente.
"La victoria de Alepo da una baza enorme para poder jugar en otro contexto vital para los intereses rusos, que es Ucrania", reflexiona Jesús Núñez, codirector del Instituto de Estudio de Conflictos y Acción Humanitaria.
Putin se apunta el tanto en un momento clave, con el cambio de gobierno en Estados Unidos a la vuelta de la esquina. "Se ha acelerado el ritmo de los combates, concretamente en Alepo, para crear un hecho consumado antes de que la nueva Administración tome posesión", destaca Núñez.
La prioridad de Trump es luchar contra Daesh y, para eso, quiere la ayuda de Rusia. Eso también beneficia a Al-Assad. "¿Qué va a pedir Rusia para involucrarse en la lucha contra ISIS? Que Al-Assad se mantenga en el poder y se frene la ayuda a los rebeldes", considera Álvarez-Ossorio.
Quienes más pierden son los de siempre. En total, cinco años de guerra, 300.000 muertos y millones de refugiados después, Al-Assad sigue en el poder y los sirios tienen un país arrasado por un conflicto que aún está lejos de acabar.