El Parlamento danés ha dado un paso más allá de lo vergonzoso, hacia lo inhumano. La Cámara ha aprobado la ley que permite confiscar sus bienes a los refugiados. Tendrán el detalle de dejarles conservar objetos de valor sentimental y un máximo de 1.300 euros. Aprobada por una amplísima mayoría pondrá además grandes dificultades a la reagrupación familiar. El mensaje está claro.