Hace un año la Unión Europea sacaba pecho con el 'acuerdo de la vergüenza'. "Los días de la migración irregular a Europa han terminado". Así lo aseguraba Donal Tusk, presidente del Consejo Europeo, en marzo 2016.

El campo de refugiados de Idomeni

Estaba decidido, los 28 devolverían a Turquía a todos los refugiados y migrantes que intentaran llegar a Europa. Las leyes internacionales de derechos humanos saltan por los aires a pesar de la presión de las ONG. "Digamos que es un sálvese quien pueda. Yo a cambio de dinero te voy a exigir que tú me hagas de policía dentro de tu territorio para que la gente no llegue a mi país", explica Carlos Ugarte, miembro de Médicos Sin Fronteras.

Sirios desamparados en la frontera con Turquía

Con Grecia colapsada, la Unión Europea buscó en Turquía su única tabla de salvación. No llevaron a cabo los acuerdos de reubicación y quisieron empezar de cero colocándolos en la casilla de salida, pero esto tampoco ha funcionado. "Hay muchas más personas en las islas de las que se puede dar acogida. A medida de que no se están trasladando a otros terceros países o a la propia península, pues esta gente está ahí en una situación denigrante", explica Paula San Pedro, miembro de Oxfam Intermón.

El presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan

En Moira, Grecia, miles de personas esperan ser devueltos a Turquía o reubicados en terceros países, pero mientras, viven en pésimas condiciones y atrapados contra su voluntad, han perdido las ganas de vivir. "Se ha multiplicado por tres los brotes psicóticos, las situaciones de ansiedad, depresión y está llevando en muchos casos a intentos de suicidios", señala Carlos Ugarte.

Un aniversario doloroso y entre amenazas de Turquía a la Unión Europea con revisar el acuerdo migratorio.

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