Entre la imponente construcción de los colonos israelíes y la vivienda palestina de beduinos, no es muy difícil adivinar quién ganará esta guerra. Atala vive en esa casa con toda su familia. Asegura que resistirá hasta el final: "No van a ganar. Cada vez que destruyan construiremos. Si no, viviremos en jaimas".
Sólo este año, Israel ha entrado 37 veces. La última vez destruyó una caravana donada por la Unión Europea. "Llegaron de madrugada, escuché las explosiones, desperté a mis hijos y les dije: 'Coged lo que podáis y nos vamos'", explica la mujer de Atala.
Mohamed lleva 25 años viviendo en esa zona y ya ha visto de todo. Es el patriarca de un poblado. "He visto drones israelíes vigilándome. A veces vienen con tanques, nos sacan fotos y se van", señala. Mohamed tiene diez hijos. Como el resto de beduinos, su único medio de vida es el pastoreo. Durante 20 años ha intentado entrar en Jerusalén para trabajar, pero le deniegan el permiso una y otra vez.
"Los israelíes tienen un plan para todos nosotros: meternos en un mismo sitio. Pero yo no quiero estar encerrado, quiero vivir en libertad", desea el patriarca. Médicos del Mundo lleva dos años trabajando con ellos: "La mayoría vive en jaimas. No tienen ni luz, ni agua potable, ni escuelas", explica un voluntario de la organización.
No parece que la situación vaya a mejorar. Israel ha pisado el acelerador, pues en 2016 lleva una media de 165 demoliciones al mes; en 2009, eran una veintena. Los asentamientos colonos se multiplican y crecen.
En un lado, se halla una comunidad típica de beduinos palestinos. A escasos 400 metros se encuentra Ma'ale Adumim, uno de los asentamientos de colonos judíos más grandes de Israel, con 600.000 personas. 400 metros que separan dos mundos totalmente diferentes.
No obstante, para entrar antes hay que atravesar el muro. Dentro se respira lujo y tranquilidad, aunque pocos quieren hablar. Un joven israelí cuenta que lleva 25 años viviendo en dicha zona con su familia. Asegura que se siente seguro dentro, pero reconoce que nunca ha pisado territorio palestino, tiene miedo.Una política del miedo que deja una pregunta en el aire: ¿cuál de los dos territorios vive más encerrado?