Zapatillas fuera, toca jugar y hacer mucho ruido. Los niños pueden cantar y hasta gritar. Se trata de enviar el miedo lo más lejos posible. Ante la violencia de Israel, estas actividades ayudan a normalizar la infancia de los menores de las comunidades beduinas.
Tienen terrores nocturnos, problemas para conciliar el sueño y algunos hasta neurosis tardía. "Ven llegar un coche, o cualquier tipo de situación que sea un poco diferente a su rutina, y se mueren de miedo. Hasta que no pasan cuatro o seis semanas, los niños están en una situación de total terror", explica Carolina Zanolla, coordinadora en Cisjordania de Médicos del Mundo.
En este tipo de comunidades, con un alto índice de natalidad, es complicado mantener a los niños al margen del conflicto. En concreto, en esta habitan 100 niños; 50 de ellos, menores de seis años. El mayor problema en este territorio es la agresividad acumulada. Los militares vienen a intentar desalojarlos.
Los voluntarios intentan que esa agresividad se gestione mejor a través de dibujos y musicoterapia. Es lo único que tienen. "Cuando la psicóloga o trabajadora social hacen las entrevistas, rememoran otra vez todo el día de la demolición. Yo procuro que los niños no estén presentes para escuchar otra vez el testimonio, una y otra vez", cuenta Carolina.
Medicos del mundo llevan dos años trabajando con las poblaciones beduinas en Jericó y en el este de Jerusalén. Atienden a más de 34 comunidades donde, en muchos casos, el 50% son niños.