Agolpados junto a la entrada del campo de refugiados de Eleonas, decenas de niños intentan subir al autobús que espera fuera y los lleva a diario hasta un centro en el que se imparten clases de inglés. Todos están sedientos de aprender, pero no todos pueden ir a clase, por falta de plazas. Aunque algunos saben que su nombre no está en la lista, hacen la cola igualmente.

Cuando no les dejan subir al autobús gritan, lloran, se despiden de sus amigos con resignación. Según datos del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, Unicef, el 40% de los más de 50.000 refugiados atrapados en Grecia tras el cierre de las fronteras son menores de edad.

La mayoría lleva varios meses sin ir a la escuela. Durante el viaje, al llegar a Grecia porque no tienen la opción y en su país porque la guerra destroza escuelas sin hacer distinción y, sobre todo, atemoriza a las familias, que en muchos casos prefieren que sus hijos se queden en casa por miedo a lo que pueda ocurrir durante el trayecto.