Ya en junio pasado, las autoridades sirias denunciaron que el EI había colocado explosivos en distintas partes de Palmira, cuya parte arqueológica está incluida en la lista del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. Esta población fue en los siglos I y II d.C. uno de los centros culturales más importantes del mundo antiguo y punto de encuentro de las caravanas en la Ruta de la Seda, que atravesaban el árido desierto del centro de Siria. Antes del inicio de la contienda, en marzo de 2011, sus ruinas eran una de las principales atracciones turísticas de país y de la región.

Según activistas y los propios radicales islámicos, el EI comenzó a destruir mausoleos de Palmira, situada en el centro de Siria, desde junio pasado, entre ellos los islámicos de Mohamed bin Ali y Abu Baha Edin, ubicados fuera de las ruinas grecorromanas por las que la ciudad es famosa.

El pasado 14 de septiembre, el director general de Antigüedades y Museos de Siria, Mamun Abdelkarim, declaró en una entrevista que si la comunidad internacional no actúa en Siria "olvidaremos un día que hubo una ciudad llamada Palmira". En su despacho del Ministerio de Antigüedades, a la espalda del vacío Museo Nacional, Abdelkarim insistió una y otra vez en que el estado actual de esta ciudad arqueológica "es totalmente dramático".

A principios de septiembre, combatientes del grupo Estado Islámico dinamitaron tres emblemáticas torres funerarias de la ciudad del siglo I d.C. Días antes, habían hecho añicos los milenarios templos de Bel y Baal de esa antigua localidad de comerciantes, citada en la Biblia y que se convirtió también en un centro intelectual, donde en el siglo III, la reina Zenobia osó rebelarse contra Roma.