Mientras el humo teñía de negro el corazón de Estocolmo, la capital sueca se ha cerrado a cal y canto. La policía ha tomado enseguida el bullicioso distrito centro y la multitud que lo abarrotaba ha buscado en garajes, hoteles, en cualquier sitio a cubierto un refugio: "Estamos encerrados en un edificio cerca sin poder salir a la calle por precaución" contaba Helen Olson, una testigo.
A muchos les ha pillado todavía en la oficina: "Hay gente que se ha quedado, sobretodo gente que vive lejos" ha explicado Borja Menéndez, español en Estocolmo. Otros muchos se han quedado varados, agazapados, en trenes y metro, conforme el cordón policial se extendía, se cerraba el tráfico y se evacuaban las principales estaciones: "Dicen que por seguridad nos quedemos dentro de los servicios" explica una testigo.
Los convoyes que salen de Suecia pasan controles y registros especiales, intentando evitar la huida del autor o autores del ataque. Seguridad reforzada hasta nueva orden, también en otros países como Finlandia o Noruega, para los transportes públicos, infraestructura clave, mientras Suecia estudia elevar la alerta antiterrorista.