Francia quiere sumarse a los 49 países donde dar un azote a un niño está totalmente prohibido, incluido en el seno familiar, casi cuatro décadas después de que Suecia vetase la educación violenta. La Asamblea Nacional francesa ha votado recientemente una enmienda al proyecto de ley de Igualdad y Ciudadanía, a favor de la abolición de los castigos físicos en la infancia, lo que completa la definición de la autoridad parental dentro del Código Civil francés, en un país en el que al día mueren dos niños víctimas de los golpes por parte de sus progenitores.
"Se trata de un paso simbólico pero contundente", ha afirmado Gilles Lazimi médico y militante contra la violencia ejercida sobre las mujeres y los niños, "porque por primera vez el Gobierno reconoce que ni siquiera los padres pueden pegar a los hijos".
De adoptarse definitivamente el texto, a falta del voto a su favor en el Senado francés el próximo 4 de octubre, los padres deberán abstenerse "de todo trato cruel, degradante o humillante, incluido todo recurso a la violencia física". Tanto Lazimi como Edith Gueugneau, diputada del grupo mixto de izquierda están de acuerdo en que solamente se trata de "un primer paso" que debe ir acompañado de campañas de sensibilización. "Sin embargo esto hará que la sociedad avance", indicó el médico, que cree que la medida tendrá "consecuencias reales", porque en aquellos países donde ya hay una ley parecida "se ha detectado una regresión en el uso de los castigos físicos por los padres".
"Con esta enmienda nuestra voluntad es la de educar y prevenir", ha afirmado la diputada socialista Marie-Anne Chapdelaine en las redes, que presentó el texto junto a Gueugneau y el diputado del grupo ecologista, François-Michel Lambert. Gueugneau ha explicado que "el objetivo no es penalizar".
Tanto es así que la disposición no va acompañada de ninguna sanción penal para los padres infractores. Con la aprobación de esta enmienda, Francia tendrá acceso a 1,7 millones de euros de fondos europeos, que se destinarán a campañas de sensibilización. Aunque Gueugneau cree que el Senado no se opondrá a la reforma, este no es el primer intento de enmienda, y es que la medida toca de lleno un tema delicado en un país donde, según Lazimi, la "tradición católica y la tendencia a culpar de la delincuencia juvenil a una enseñanza demasiado laxa" son en buena parte responsables de la tardanza de la decisión.