Tras meses interpelándose desde la distancia, Hillary Clinton y Donald Trump se enfrentarán cara a cara en un debate que promete batir todos los récords de audiencia. "Nivel Superbowl. Se habla de 100 millones de espectadores", explica Pedro Rodríguez, profesor de la Universidad Comillas-ICADE, que asegura que éste será "el más visto en la historia de la democracia de Estados Unidos".
Esta expectación se debe a "lo inesperado del candidato republicano", asegura Julio Cañero, director del Instituto Franklin UAH. "Todo el mundo está esperando a ver qué dice, cómo va a reaccionar si se le pregunta por asuntos de los que probablemente desconozca", añade.
La inexperiencia política y la falta de conocimientos son sus debilidades, pero tiene a su favor el dominio de la televisión o su experiencia en los 'realities'. Frente a él, una candidata sobradamente preparada, una virtud que podría suponer también el riesgo de resultar pedante.
"Puede ocurrir que las personas piensen que Clinton sabe demasiado. Ya le pasó a Al Gore contra George Bush. Al Gore fue muchísimo mejor en los debates y acabó siendo presidente Bush", dice Cañero. La historia de los debates demuestra que cualquier gesto es importante. "Se analiza absolutamente todo. Los gestos, los movimientos, las palabras, la actitud frente al otro, la actitud frente al público...", añade.
Pedro Rodríguez explica que, si un candidato, mira su reloj en mitad de un debate, "da la sensación de que no le importan las explicaciones que tienes que dar al electorado y se la ha jugado, como pasó con Bush padre". "Estamos hablando de televisión de alto riesgo", asegura.
Esto mismo le pasó a Nixon cuando rompió a sudar ante un impoluto y joven Kennedy y son también los errores que los candidatos actuales tratarán de no repetir cuando se cumplen 56 años del primer debate que instauró lo que ya es un clásico de campaña.