Todo iba bien en la vida de Marco Aurelio, hondureño, hasta que decidió salir del armario. En Honduras, eso te convierte automáticamente en un elemento incómodo. Un día, tras un mitin en la capital, le estaban esperando. "Fui secuestrado por una patrulla de la policía militar. El ejército privado del actual presidente intentó matarme", relata.
Pero a pesar de todo, tuvo suerte. Le dieron por muerto, caminó durante tres horas hasta llegar a casa de un buen amigo, denunció y eso lo convirtió en un fugitivo en busca y captura. "Pensé que esta gente podía tener información de que había puesto la denuncia, y que me interceptaran en cualquier tramo del viaje y que terminaran lo que habían empezado", asegura Marco Aurelio.
Osvaldo, de El Salvador, era un trabajador ejemplar, hasta que decidió salir también del armario. "Me dijeron que si no me iba, me iban a matar. Así que, si te dicen que te van a matar, tienes suerte", afirma. Viene de otro mundo diferente al nuestro, donde la vida apenas cuesta un par de dólares. Allí existen las Maras, ejércitos de jóvenes armados y vinculados, dice, al Gobierno.
Las bromas e insultos a Osvaldo por parte de sus compañeros no consiguieron echarle de su trabajo. Por ello, alguien decidió pedir un favor a las pandillas para hacer el trabajo sucio. "Te cortan la cabeza y te cortan las manos. Te sacan el pellejo de la cara como una burla", asegura Osvaldo, que, como Marco Aurelio, tuvo que huir. Ambos pidieron protección en España.