Nueva realidad en Verl, Alemania. Allí viven confinados tras una valla metálica para evitar que se propague el COVID-19. A través de esa valla los vecinos reciben mascarillas, comida e incluso juguetes para los niños. Son las medidas extremas que se han adoptado tras el brote detectado en una empresa cárnica, donde hay 1.500 empleados contagiados.
El confinamiento afecta especialmente al municipio de Verl, en Gütersloh, y ha provocado el cierre de bares, escuelas, gimnasios y museos. La valla rodea un barrio de seis bloques de apartamentos donde residen 670 vecinos, la mayoría empleados del matadero afectado.
Así, al menos hasta el 30 de junio, los vecinos no pueden recibir más visitas que las de los sanitarios. El Ejército, la Cruz Roja y las autoridades se encargan del abastecimiento y también se están realizando test masivos para detectar nuevos casos.
Pero, ¿qué diferencias existen respecto a otros confinamientos? Se trata de medidas excepcionales que solo se habían visto en un bloque de apartamentos de Gotinga, también en Alemania, o en los peores momentos de las pandemia en Wuhan. Mientras, en España, aún no hemos llegado a ver ese nivel de restricción y control de población.