Para tener opciones de formar gobierno, es necesario reunir al menos el 40% de los votos, un objetivo distante para las dos grandes coaliciones, la de centro-derecha con Forza Italia al frente, y la de centro-izquierda, con el Partido Democrático llevando la batuta.
Tampoco está al alcance de las manos para el M5S, al que los sondeos sitúan en torno al 28% aunque los expertos vaticinan que podría conseguir más votos y superar el umbral del 30%.
Dado el rechazo tradicional de la formación que fundó el cómico Beppe Grillo en 2009 a aliarse con otros partidos, su joven candidato, Luigi di Maio, de 31 años, con casi total seguridad no será el primer ministro más joven de la historia de Italia, arrebatando el título a Matteo Renzi, que busca repetir.
El exprimer ministro y candidato del Partido Democrático parte con pocas opciones de volver al Palazzo Chigi en estas elecciones. Tras tocar el cielo con el 40% logrado en las europeas de 2014 meses después de su llegada al Gobierno sin pasar por las urnas, el PD se sitúa ahora en torno al 22,5%, y hay quien cree que aún no ha tocado fondo.
La división en las filas del PD, cuya ala socialdemócrata abandonó el partido el año pasado disconforme con la marcha hacia el centro de Renzi, juega en contra del alcalde de Florencia, que concurre con pequeños partidos como aliados, siendo Más Europa de la antigua ministra y comisaria europea Emma Bonino, el que más opciones tiene de superar el umbral del 3 por ciento y lograr escaños.
No obstante, aunque Renzi consiguiera reconciliarse con sus antiguos correligionarios, que han fundado Libres e Iguales (LEU) junto con Izquierda, Ecología y Libertad (SEL) y tienen al frente al antiguo juez antimafia y presidente del Senado, Piero Grasso, no tendría suficiente apoyo como para llegar al 40%, ya que estos se sitúan en torno al 5,6%.