Hameed Darweesh ya puede entrar en EEUU después de 19 horas retenido e interrogado por la policía norteamericana por el simple hecho de ser musulmán y también ser iraqí, aunque había trabajado durante 10 años como traductor en el Ejército estadounidense. El cierre de fronteras de Donald Trump le impedía entrar pero ahora una jueza de Nueva York ha dejado sin efecto alegando motivos humanitarios.
La jueza defiende que estas personas podrían sufrir daños irreparables y paraliza las deportaciones al menos, hasta el 21 de febrero, día en el que está previsto una audiencia fijada por la misma juez en la que se estudiará si estas personas pueden quedarse en suelo norteamericano o no.
La decisión llega tras la denuncia de la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles: "El mensaje es simple: esto es antiamericano. Es una orden ilegal que hace que nuestra comunidad esté más en riesgo y no más segura" explica Andrés Segura, abogado de ACLU.
El secretario de defensa dice que acatará lo digan los jueces pero la orden seguirá adelante. La polémica medida aprobada por el presidente de Estados Unidos: vetar la entrada de refugiados e inmigrantes procedentes de siete países musulmanes: Siria, Irán, Libia, Sudán, Somalia, Yemen e Irak, ha provocada una oleada de reacciones en la calle.
En Nueva York se escucharon los primeros gritos de protesta que se fueron extendiendo por todo el país. Reacciones también de fuera: el alcalde de Londres, Sadiq Khan, tacha esta medida de vergonzosa y cruel y dice que perjudica "los valores de libertad y tolerancia sobre los se ha construido EEUU".
Alemania cree que la lucha contra el terrorismo no justifica que se ponga bajo sospecha de manera generalizada a personas por su procedencia o religión. Desde Irak, uno de los países vetados por la orden de Trump, se suman a la dura respuesta del gobierno iraní: tomarán las mismas medidas en su país, para ciudadanos norteamericanos.