Rex Tillerson ha llegado a la capital rusa con un mandato claro: intentar convencer a Putin de que dé la espalda a Al Assad, su tradicional aliado. El Secretario de Estado de EEUU ha asegurado tener claro "que el régimen de la dinastía Assad está llegando a su fin" y ha añadido que estar con ese régimen es estar "contra Estados Unidos": "Moscú verá lo que le conviene".

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Pero el jefe de la diplomacia estadounidense no lo va a tener fácil, ya que la tensión es máxima tras el bombardeo de sus compatriotas contra una base aérea siria, en represalia por el ataque de Idlib. Además, Turquía ha confirmado oficialmente que utilizaron gas Sarín y, según el Pentagóno, Putin tuvo conocimiento de antemano.

Por su parte, el presidente ruso se muestra en sus trece y enrarece aún más el ambiente acusando a EEUU de planear nuevas operaciones en Siria: "Sabemos y tenemos evidencias de que intentarán colocar pruebas químicas falsas para incriminar al Gobierno sirio".

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Después suavizaba el golpe bajo y no descartaba recibir al enviado de Washington aunque dependerá de cómo vaya el encuentro entre Tillerson y su homólogo, Lavrov, cuyo gabinete dibuja de momento un sombrío panorama, evocando la Guerra Fría.