Crece la indignación contra las despiadadas medidas 'disuasorias' de Trump hacia los migrantes, según se van conociendo los llantos y voces de sus afectados. Como Blanca Ortanes, una madre salvadoreña encarcelada en Seattle: "Me dijeron 'despídete de él porque se lo llevan'. Él empezó a llorar diciendo '¡mamá, no me dejes!' Hasta hoy no sé nada de él".
Ánimos caldeados también entre los políticos: los
demócratas increpaban a Trump a la salida de un debate sobre inmigración y
hasta los republicanos preparan una ley que acabe con la separación de familias
en la frontera, una práctica que ha condenado el Vaticano.
Los activistas han hecho que se le atragante la cena en un restaurante
mexicano a la Secretaria de Seguridad Nacional. Esa que dijo que, por mucho que
sean menores, al entrar indocumentados "son criminales por definición".
Historias tan duras que
hasta a alguna presentadora se le han saltado las lágrimas al dar la noticia. Es
difícil entender que un presidente esté dispuesto a romper familias en nombre
de una bandera y la defensa de las fronteras.